Analistas 11/01/2017

Garmin

María Esteve
Socia y Directora General de LLYC Colombia

Llega un nuevo año y con este la oportunidad de seguir hablando de comunicación, esta vez partiendo de un instrumento poco usual pero que mucho me hizo reflexionar en 2016.

Hace un par de años, por sugerencia médica, cambié completamente mi rutina diaria cediéndole más espacio a la comida, al ejercicio físico y manteniendo, sí, mi placentera e igualmente sana costumbre de dormir por lo menos siete horas cada noche.

Desde entonces, dediqué algunas horas -dentro de lo que me era posible sin alterar la calidad del tiempo que dedico a mi oficio - a buscar cuál sería la actividad que disfrutaría realmente. Después de caminar, escalar, asistir a unas cuantas sesiones de Bikram Yoga, subir en elípticas y bicicletas...finalmente descubrí que mi cuerpo se reconoce corriendo.

Y digo se reconoce porque sin mayor esfuerzo se acopló a una rutina de 120, 140 kilómetros al mes sin ninguna incomodidad ni física, ni metal, ni de tiempo, ni de gusto. Por el contrario, como era de esperarse, se tradujo en múltiples beneficios.

 Dentro del proceso de identificación de esta actividad, que ahora disfruto y que si me restringieran médicamente no dejaría de hacer, he encontrado toda una subcultura que curiosamente se clasifica, en mi entorno más directo, por el reloj.

 Y no se trata de la hora, se trata de lo que significa y comunica socialmente tener un Garmin. Noto como las personas se conectan e invitan a conectar con el simple hecho de tener esta herramienta en común.

 Como si se tratara de una historia que se cuenta sola, en la que cada uno refleja su disciplina, su esfuerzo, su propósito y hasta sus metas cumplidas, tener un Garmin comunica y multiplica relaciones.

 En mi oficio solemos estudiar mucho al otro previo a un acercamiento de cualquier naturaleza, pero hoy, más allá de lo que me digan las investigaciones, un Garmin me abre y me ayuda a saber del otro, de su estilo, su método y su visión. Sin distinción de género, edad o profesión, quienes tenemos un Garmin confirmamos silenciosamente una comunidad solidaria y amiga.

Me esmero siempre en estos escritos por no alejarme de ofrecer alguna visión sobre la comunicación y, aunque me cueste decirlo e incluso creerlo, esta vez el Garmin me inspiro para trasladar una idea sencilla que aplicamos siempre cuando buscamos que una organización conecte con sus comunidades de interés: hay que entender al otro, oír al otro, tratar de reconocer qué de lo que tienen las organizaciones efectivamente facilitará que conecten y establezcan una relación de confianza duradera y fundamentada en realidades.

 Debemos encontrar el Garmin en la narrativa, en la oferta, en el contacto y sobretodo -dado que nos enfrentamos a la era de la ética - hay que usar el Garmin y hay que poder sustentar su uso en los recorridos que nos ayuda a registrar y que suelen evidenciar la alineación entre lo que decimos que hacemos y somos y lo que, en efecto, hacemos y somos.

 Empresarios de todas las edades, sectores y zonas del país están haciendo parte de la subcultura que conformamos quienes hemos incorporado correr en nuestra vida diaria. Al doble clic de la actividad se suma ahora la comunidad de las herramientas que nos ayudan a monitorear lo que hacemos.

Pasa lo mismo en la vida corporativa y en la gestión de la comunicación, se configuran grupos afines que de conocerse y reconocerse por medio de la comunicación clara de lo que son y lo que hacen, podrían motivarse e impulsarse como lo hacemos "los Garmin".