Analistas 23/08/2018

Improntas de liderazgo

María Fernanda Hernández
Experta en lujo internacional

Celebro que el gobierno del presidente Iván Duque haga historia con la primera Vicepresidente mujer de nuestro país y un gabinete con 50% de ministros mujeres. La poca representación de las mujeres en posiciones de liderazgo y en directivas organizacionales, así como la inequidad salarial son evidentes en el mundo entero. Apenas la semana pasada exempleadas de la multinacional Nike la demandaron por discriminación de género exigiendo pago igualitario, procesos justos para promociones y evaluaciones de rendimiento sin discriminación entre hombres y mujeres.

Líderes incluyentes como nuestro presidente, el cambio en la normatividad y antecedentes como el de Nike están transformando la sociedad. Hasta ahora las mujeres hemos aceptado la desigualdad como una realidad, la llevamos como una impronta en nuestra manera de pensar y de actuar. Es normal que en reuniones las mujeres opten por no hablar para evitar conflictos, que no se sienten en el puesto más importante de la mesa así su jerarquía lo amerite.

Cuando las mujeres hablan en reuniones, los hombres las interrumpen. Durante el primer gobierno del presidente Obama en Estados Unidos, las representantes del gabinete al ver que sus opiniones eran pasadas por alto, usaron una estrategia de ampliación en las reuniones. Cuando una mujer mencionaba un punto clave y era interrumpida, otras intervenían repitiendo el punto y dando crédito a su autora. Esto forzaba a los hombres de la reunión a reconocer la contribución femenina y les impedía reclamar las ideas como suyas.

Sheryl Sandberg, directora operativa de Facebook, profesional exitosa en un entorno masculino, en su libro Lean In, hace referencia a cambios que debemos adoptar las mujeres, pues la igualdad de género implica también romper nuestros paradigmas y actitudes. Las mujeres, según Sandberg, debemos reconocer nuestras habilidades como lo hacen los hombres, no ser modestas y dejar de darle el crédito a otros, al trabajo en equipo y la suerte. Invita a las mujeres a sentarnos a la mesa, a participar en la conversación y a no hacernos a un lado.

Argumenta que debemos mantener la mano alzada, muchas veces somos nosotras mismas quienes nos retiramos en vez de ir adelante. Nos paramos de la mesa antes de tener la oportunidad de participar, debido a mensajes negativos que interiorizamos, como el que no está bien visto ser franca o más poderosa que los hombres. Bajamos por lo tanto las expectativas de lo que podemos lograr y por ende, callamos.

Estudios muestran que las mujeres en múltiples industrias juzgan su rendimiento peor de lo que realmente es, mientras los hombres lo evalúan por encima. Las mujeres no debemos subestimar nuestro valor. Tampoco podemos esperar a que el poder nos sea entregado, debemos perseguirlo y materializarlo, alega Sandberg.

Una amiga mía y su esposo recientemente leyeron el libro de Sandberg. A ella la puso a pensar, y a él también. Es él quien ahora le hace ver a ella cuando no se está sentando en la mesa, cuando no se está haciendo sentir. Si los hombres entienden estas trampas que nos ponemos las mujeres pueden ayudar a superarlas.

Al cambio entonces podemos contribuir cada una de nosotras. Las jóvenes profesionales con una voz diferente, las profesionales que quieren hacer mella siendo más asertivas, las mujeres líderes emprendiendo iniciativas igualitarias. Porque no somos la segunda del hombre a nuestro lado, ¡dejemos de portarnos como tal!

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