Ante las preocupaciones del eminente cambio climático y el aumento en los indicadores de contaminación mundial, mucho se ha hablado de ser una empresa verde o sostenible. Leemos las noticias acerca de las tortugas que se comen las bolsas plásticas o de cómo los bosques y los animales, están desapareciendo de manera imparable. Entonces, viene la gran pregunta que en algún momento nos a pasado por la cabeza a todos: qué planeta le estamos dejando a nuestros hijos y nietos y sí será muy “amigable”.
Empiezan aquí las autorregulaciones, juiciosos usamos menos el carro, no pedimos pitillos y, por el otro lado y ante esfuerzos como estos, lee uno en otro artículo que la contaminación generada por los excrementos de las vacas es mayor a la contaminación generada por los carros. Entonces la pregunta es, ¿qué se puede hacer realmente?
Y si para uno como individuo es complejo, para las empresas y particularmente si vamos a la industria de lujo, ni hablar. Es por excelencia la industria que consume materiales preciosos de difícil extracción o explotación y lo que sus procesos implican contra el medio ambiente; genera desperdicios significativos, excedentes y bienes suntuarios y, como si fuera poco, su premisa es en torno a la experiencia sin miramientos de otro tipo, sin medir costos ni impactos.
El sector está trabajando fuertemente en modificar este paradigma. Ha habido recientemente numerosos estudios y foros al respecto y vemos iniciativas concretas, de regulación y normalización, así como de cadena de suministro, pues es claro que, si bien la escasez es un atributo deseado del lujo, si se acaban los recursos se acaban con ellos las industrias.
Hay incluso casas pasando del dicho al hecho, por ejemplo, en joyería, marcas como Tiffany & Company y Chopard han anunciado que están usando gemas de minería ética y reciclando oro, plata y platino. El Grupo Koehring, dueño entre otros de las marcas Gucci, Bottega Veneta y Alexander McQueen, está muy involucrado con el tema de moda sostenible incluyendo una colaboración con “Worn Again” para crear una cadena de abastecimiento textil circular y con el Centre for Sustainable Fashion en Londres para formar diseñadores y emprendedores enfocados en “la autenticidad, integridad y diseño frente a la injusticia social y el cambio climático”. Koehring está incluso implementando una prohibición de usar PVC en los bolsos de Bottega Veneta y Gucci para lograr lo que ellos llaman bolsos de “deforestación cero”.
Las marcas de lujo a lo largo de la historia han sido pioneras y preservadoras de oficio, hoy en día están comenzando a extender este rol en el campo de la sostenibilidad, quieren generar un cambio de manera que la sostenibilidad sea una de las características anheladas por sus clientes gracias a estándares no solo estéticos y de calidad sino ambientales que sean ejemplo a seguir. Están trabajando con enfoque no de Lujo sostenible sino en Sostenibildiad de Lujo.
La sostenibilidad es un prisma de muchas facetas y es por lo tanto una ilusión pretender que una empresa la abarque en su totalidad. Este nuevo accionar donde se pasa de un gran problema abstracto a frentes puntuales que escoge una empresa/conglomerado para convertir en bastión estratégico es mucho más sensato y factible.
Lo cierto es que, sostenible o no, las empresas existen para generar utilidades para sus stakeholders. La sostenibilidad como la conocemos hoy en día incrementa los costos y genera beneficios para el medio ambiente, goodwill ante la sociedad y nuevas alianzas, pero ¿qué pasa con los ingresos y el Ebitda?
Las empresas deben utilizar el ángulo de la sostenibilidad para cuestionar el modelo de negocio e identificar oportunidades de mercado inexploradas en sus sectores. Al incluirlo como una variable en el mapa estratégico, seguramente detectarán nuevas audiencias, nuevas líneas de negocio y por lo tanto nuevas fuentes de ingresos y utilidades.