En medio de la emergencia causada por el coronavirus, líderes, instituciones, empresarios, y ciudadanos hemos unido esfuerzos para mitigar los efectos del contagio y del aislamiento. Unos han donado grandes sumas de dinero para ayudar a los más necesitados, otros han articulado equipos y tomado decisiones difíciles, apegados a la ciencia y a la decisión de proteger la vida.
También están los que luchan por subsistir, los que se esfuerzan aún más por conservar su trabajo o mantener vivo su proyecto de vida y los que están en primera línea cuidando a los enfermos. Esta coyuntura nos ha servido para medirnos, y nos ha demostrado que juntos somos más y que no deben existir falsas dicotomías entre lo público y lo privado, los empresarios y los gobernantes.
El virus no se irá pronto. Mientras tanto, actores del sector público y privado debemos construir juntos un “nuevo normal” para responder simultáneamente a la amenaza de salud y a los problemas económicos derivados. La más reciente cifra de desempleo publicada por el Dane, de 12,6%, es un abrebocas de la situación que se avecina en términos económicos.
En el primer nivel de acción debemos seguir enfocados en controlar la expansión del covid-19, considerando la reactivación económica gradual y el retorno escalonado del relacionamiento social. Esto a través de medidas de salud pública como la implementación del cerco epidemiológico, aumentando la cantidad de pruebas, combinándolas con epidemiología de campo, la desinfección de zonas con alto potencial de presencia del virus y la apertura de más laboratorios que amplíen la capacidad de procesamiento de muestras. Gran parte del éxito radicará en que los ciudadanos actuemos con responsabilidad colectiva, aplicando el autocuidado en la calle, los hogares y lugares de trabajo.
Así mismo y dado que la reapertura de la economía será paulatina, debemos repensar las acciones relacionadas con la seguridad alimentaria, procurando la migración de la entrega de apoyos a la población vulnerable, mediante entregas puerta a puerta y optando por transferencias condicionadas. Hay experiencias exitosas en diferentes programas de este tipo, en los cuales se condicionan los subsidios, a la participación en programas sociales como educación para adultos, formación para el trabajo, o cuidado de la primera infancia.
Estas medidas se deben combinar con acciones orientadas a la reactivación de la economía y del empleo. La respuesta al problema de salud pública, se convierte en sí misma en una oportunidad para potenciar sectores. En muchas regiones ya se ve una reconversión productiva sin precedentes, que da cuenta de la capacidad de adaptación de nuestra industria.
Mientras esto ocurre, se conocen gradualmente las directrices nacionales sobre cuáles sectores de la economía pueden volver a su operación. Sin embargo, es desde lo local donde se determina el éxito de la reactivación económica. En el Valle del Cauca, se ha iniciado un proceso liderado por la Comisión Regional de Competitividad, donde se determinan alternativas diferenciadas para fortalecer los sectores con gran capacidad de generar empleo y que pueden retornar a sus actividades con mayor rapidez. Además, se plantean acciones de política pública para proteger los que se verán más afectados y con menos posibilidades de reactivarse en el corto plazo.
Esta crisis afectará a todos los sectores. Sin embargo, algunos son más vulnerables. En el área metropolitana de Cali, por ejemplo, 37,1% de los trabajadores son por cuenta propia, especialmente en transporte y almacenamiento; actividades artísticas, entretenimiento, recreación y otras actividades de servicios; actividades profesionales, científicas, técnicas y servicios administrativos; comercio y reparación de vehículos. Si sumamos a estos el alojamiento y los servicios de comida, agrupamos más del 56% de la población ocupada de la ciudad.
Con una posible afectación de esa magnitud, el llamado a la acción articulada es fundamental para proteger el empleo y así, permitir que se sostengan los procesos de desarrollo de las regiones. Esta situación es también una oportunidad para avanzar en retos que ahora se intensifican, pero que ya existían antes del covid-19, como la formalización, la bancarización, la transformación digital y el fortalecimiento de los encadenamientos productivos locales.
En la búsqueda de este objetivo común, nuestros gobernantes tienen grandes retos, pero también grandes oportunidades para la innovación y para la puesta en marcha de proyectos estratégicos para sus ciudades y regiones. Para esto, identificar prioridades con el doble enfoque de empleabilidad y competitividad de largo plazo, recurriendo a mecanismos alternativos de financiación y a esquemas de asociación territorial, serán herramientas claves para proyectos como la nueva malla vial del Valle, el tren de cercanías, y las troncales y terminales de integración regional del MIO.
Las empresas a su vez, deben responder al llamado central-en la medida de sus posibilidades- de mantener y generar empleo, al tiempo que contribuyen con modelos innovadores en sus encadenamientos. Comprar local debe ser la consigna.
De cómo actuemos dependerá si aprovechamos la crisis para encontrar oportunidades y no perder el foco: que debe ser el desarrollo integral y sostenible de nuestras regiones. Esto sucederá si trabajamos de manera solidaria, articulada, sumando voluntades y diluyendo intereses particulares. Ya lo hemos hecho y debemos seguir avanzando de la mano. Hoy más que nunca, debemos ser una sola fuerza para lograr la recuperación del país.
Nunca antes fue tan evidente la necesidad de integrar las acciones públicas y privadas en torno a la recuperación y protección del empleo que, más allá del covid-19, es hoy el centro de la preocupación nacional y regional.