Digitalización para la inclusión financiera
Uno de los principales objetivos de nuestro Gobierno es aumentar el alcance y la amplitud de los servicios financieros para las poblaciones con accesos limitado o nulo a ellos. Tal como la pandemia del covid-19 lo demostró, las herramientas digitales representan una gran oportunidad para lograr este objetivo, por ejemplo, a través de las billeteras digitales, siendo en últimas un mecanismo para la inclusión financiera, o ahora con la puesta en marcha del sistema de pagos de bajo valor: Bre-B.
Los sistemas digitales le permiten tanto a las instituciones públicas como privadas, expandir el alcance de sus servicios. Por ejemplo, basta con pensar, por un lado, en la asignación de subsidios de transferencia directa dispuestos por el Estado mediante medios electrónicos, o, por otro, con el servicio de préstamos de bajo monto y libre inversión que algunas entidades financieras que operan en Colombia ofrecen por medio de sus aplicaciones móviles.
Según datos del Banco Mundial, a nivel mundial, 79% de los adultos tiene una cuenta en un banco o en una institución financiera similar, para el caso de las cooperativas de ahorro y crédito, cerca de 4 millones de colombianos y colombianas. En las economías de ingreso bajo y mediano, como es el caso de la economía colombiana, las cuentas de dinero móvil están impulsando el aumento en la titularidad de cuentas, por tanto, la inclusión financiera y, con ello, además de otros servicios, como el acceso al crédito, por ejemplo, Bancóldex lanzó una herramienta digital para otorgar microcrédito a persona natural de manera ágil.
Sin embargo, dado el pasado colonial de nuestro país, caracterizado por una baja tecnificación e industrialización temprana, uno de los principales retos de la historia reciente ha sido llevar la conectividad a la totalidad de las regiones del país, la brecha digital en Colombia demuestra que no solo persisten problemas de acceso material, sino además de habilidades, esta brecha aumenta, si se trata de mujeres pobres, indígenas, afrodescendientes y rurales, poblaciones que son las más afectadas por la brecha digital de género o “brecha intragénero”, que son la mayoría de personas que acuden al sector cooperativo.
Si llegados a este punto pensamos en el papel de las cooperativas hay muchos lugares del país en donde la única posibilidad de tomar crédito por buena parte de la población es la cooperativa.
Lo anterior expone una condición: la banca tradicional y su alcance incrementado por los medios digitales no agotan los requerimientos para lograr una efectiva inclusión financiera, hace falta la conformación de todo un modelo que sustente y realice el nuevo alcance, de lo contrario, sería como si el cableado del sistema eléctrico existiera, el medio de transferencia, pero adoleciera de la irrigación de energía, la transferencia en sí.
El modelo financiero cooperativo funciona, de hecho, funcionaba mucho antes de que siquiera se vislumbrara el modelo financiero privado tal como hoy lo conocemos. Por eso hoy, que los medios digitales han ampliado significativamente el alcance de los servicios financieros, el modelo cooperativo en estos términos no debe dejarse de lado, por el contrario, debe hacerse a la vanguardia, pues resulta la solución a muchos de los problemas relacionados con el alcance sin inclusión efectiva. Digitalizar para alcanzar, y, una vez esto tenga lugar, la disposición del modelo cooperativo como mecanismo de inclusión.
Las políticas públicas cuyo fin sea la inclusión financiera, necesitan de esfuerzos y disposiciones tanto en el sentido del alcance digital como en el de la inclusión mediante un modelo efectivo que responda a las condiciones y necesidades de aquellos y aquellas que lo precisen. Las poblaciones lo necesitan, y lo agradecerían. Las mujeres madres cabeza de hogar, principales responsables de las familias en Colombia: conforme a datos del Dane, 55,6% de las familias en nuestro país tienen una mujer al mando, lo necesitan y lo agradecerían.