Analistas 25/09/2025

Economía solidaria, popular y feminista: de lo primitivo a lo moderno (segunda parte)

María José Navarro
Superintendente de la Economía Solidaria

Los retos enfrentados por cualquier sociedad humana en cualquier tiempo dado han estado relacionados con el sistema social y económico imperante. Los retos de la humanidad moderna se encuentran íntimamente ligados al capitalismo global y financiero al que ha concurrido la historia.

Siempre la sociedad y la economía habían surgido, de manera correspondiente, a manera de ordenación y de administración de los recursos escasos, para hacerle frente a la hostilidad del mundo, siempre amenazante de la vida, pero hoy, en el seno del sistema social y económico se han enquistado amenazas latentes a la supervivencia de la especie.

El cambio climático y las guerras, por ejemplo, siempre han existido, lo primero como un fenómeno natural y lo segundo como la disputa usual de recursos, pero en ningún momento de la historia de la humanidad ambas cosas habían amenazado nuestra supervivencia como especie, por un lado porque nunca había existido industria o niveles industriales tales como para inclinar la composición de la atmósfera del planeta en favor del CO2, en detrimento del oxígeno, y por otro porque nunca había estado en manos de los seres humanos un poder bélico de tan alto nivel destructivo como el de los arsenales nucleares.

Éstas amenazas solo son materialmente posibles en el contexto del mundo moderno, y el mundo moderno solo es posible bajo la hegemonía del sistema capitalista. El capitalismo ya enquistó, hoy las contradicciones no lo propician e impulsan, como en un principio, en cambio, lo superan y hacen de él no un sistema social y económico suscitador del progreso, sino de la depredación. Y, en correspondencia dialéctica, las expresiones económicas alternativas que han de ser la garantía del futuro, ya se han gestado en su interior.

La economía solidaria es una expresión económica alternativa, no siendo una expresión novedosa, pero sí un modelo desconocido para las mayorías, especialmente porque la norma o el modelo predominante ha rezagado a quienes piensan en colectivo, pero hay luces de que la forma de producir y consumir puede sobrepasar la lógica individualista. Las comunidades históricamente se han organizado para resolver problemas colectivos, y en el cooperativismo resaltan experiencias que tenían un principio común: resolver necesidades, de crédito, de producción o de consumo.

De las experiencias más recordadas como fundadoras de este modelo encontramos en 1844 a los Pioneros de Rochdale, en Inglaterra, quienes fundaron la primera cooperativa de consumo con principios de adhesión voluntaria, democracia, reparto equitativo de excedentes y educación. Posteriormente nacieron las cajas rurales y de ahorro en Alemania que dieron origen a la banca cooperativa. Este modelo se expandió con rapidez por Europa y posteriormente al mundo.

En contextos coloniales y poscoloniales, el cooperativismo se promovió como herramienta de desarrollo rural, en América Latina fue impulsado por jesuitas, sindicatos y movimientos sociales, y en Europa las cooperativas agrícolas, de vivienda y de consumo se multiplicaron en Francia, Italia, España y los países nórdicos.

Otra economía y, por consiguiente, otro mundo, ya son una realidad en muchos países y en muchas regiones de Colombia. Por tanto, una economía solidaria, popular y feminista, la cual ponga en el centro a la vida, ha de integrar la alternativa a la extinción.

Desde la institucionalidad pueden surgir las soluciones, volcándonos a las necesidades desatendidas e ignoradas de las expresiones sociales y económicas alternativas por la economía capitalista, lastrada por su fetiche al individualismo metodológico: máscara bien usada por el patriarcado.

La expansión en acceso al crédito, la masificación de la asociatividad económica y el redoblar los esfuerzos por la visibilización del sector, han sido tres apuestas claves desde el gobierno nacional y desde la Supersolidaria.

Más que superar al capitalismo, el mundo nos invita a superar la modernidad, pues esta es inherentemente capitalista. Sólo así podremos las mujeres y los hombres modernos por fin comprender que uno más uno, no son uno y uno, sino que es dos.

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