Analistas 29/05/2021

Las delicias del primer empleo

María José Zuleta González
Profesora Inalde Business School

Hace muchos años le preguntaron a un niño cuál era la ocupación de su madre. Respondió, con orgullo, que era empleada. Naturalmente, hubo risas y sarcasmos pero el gran mensaje es que los niños, desde siempre, conocen las maravillas del empleo.

El empleo como actividad tiene muchos bemoles: hace años era sustancial ser empleado y durar mucho tiempo en el mismo trabajo. Luego se habló del movimiento laboral; del cambio de empleo. Ahora, los beneficios y las maravillas del emprendimiento son un asunto paradigmático. Todas son alternativas laborales, todas legítimas, todas adecuadas. Ser empleado es una elección y, cuando se logra, satisface.

Cuando una persona inicia la búsqueda de empleo piensa en su realización personal y en la remuneración salarial como los aspectos fundamentales para la decisión. No obstante, hay más motores, importantes y definitivos. Acceder a un empleo nos ubica: nos reconocemos en una estructura y sabemos qué posibilidades hay de movimiento y en qué línea. Conocer nuestra situación en el entorno laboral nos permite movernos y crecer.

Un empleo nos pone límites importantes: controlamos nuestras formas, elegimos las batallas, pensamos nuestras ideas. Hacerlo nos permite ser personas reflexivas y empáticas y, además, educamos nuestras formas para el bienestar de todos. Acceder a un empleo nos enseña a valorar el tiempo, el espacio y el dinero. Aprendemos a desempeñarnos en tiempos previstos, a estar en un lugar con paciencia y alegría y cuidamos el dinero porque sabemos que pasarán unas semanas para recibirlo nuevamente.

El empleo es una opción y tener la vocación de ser empleado es legítimo y grato. Es una relación constructiva para el empleador y también para el empleado; solo sale bien si todos estamos dispuestos a ser mucho mejores. Un empleador elige a quienes trabajarán con él y lo elige por habilidades, competencias y simpatías. Ser empleado tiene muchísimas ventajas en la construcción de la persona que trabaja en cualquier modalidad. Al acceder al primer empleo se empieza a escribir una historia que se parece a empezar un año escolar. Todo huele a nuevo, las puntas de los lápices son precisas y afiladas, los cuadernos son lienzos sin pintar, los borradores no parecieran necesitar ser estrenados. Así se empieza en el viaje del primer empleo, con un cuaderno sin estrenar y, si tenemos la fortuna de tener un jefe que nos ayude, que nos aconseje, que nos eduque, el viaje será maravilloso. Naturalmente, se puede elegir el emprendimiento, el encuentro con uno mismo a través de otras actividades.

Saber si nos identificamos con el empleador es una cuestión de estudio y de intuición. Ahora existen accesos rápidos a la información de las empresas y allí se consignan los ideales; precisamente son ideales porque allí se quiere llegar. Es necesario estudiar esta información, las características generales de quienes podrían ser los jefes y compañeros y elegir aspirar a un empleo allí, para luego dejar que la intuición nos oriente y, desde ella, saber cómo empezar.

El motor de la empleabilidad tiene que estar atado a varios frentes: a la estabilidad emocional, financiera, personal; al autoconocimiento en habilidades y competencias; a las necesidades sociales de cada persona. Elegir ofrecer una hoja de vida para que nos ofrezcan un empleo es elegir una manera de vivir y de construir los ingresos económicos.

El primer empleo nos ubica, nos construye y nos orienta. Yo tengo el mejor de los recuerdos de mi primer empleo: confiaron en mí y yo confié en ellos.

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