Carta a Otty Patiño
Señor Otty Patiño, empiezo esta carta con una paradoja, una contradicción personal: su nombre, que en algún momento me generó respeto y cierta admiración, hoy me significa enorme decepción. Lo consideraba un digno y poderoso heredero del acuerdo de Paz del 90. Una voz ponderada y sensata. Sin embargo sus afirmaciones sobre el reclutamiento de niños me hacen desconocerlo; me dolieron, me desilusionaron. Estoy llena de rabia e indignación ¿Por qué como jefe de la delegación que negocia, en nombre de todos Colombianos, con el ELN se atreve a poner en duda el reclutamiento forzado de menores? ¿Le parece una respuesta acertada un “de pronto es así” a la pregunta de un colega sobre lo dicho por Antonio García, quien negó el reclutamiento forzado y dijo que los jóvenes llegaban por su propia cuenta y voluntad al ELN? Mientras los colombinos esperaban que usted tomará distancia de esa afirmación, lo que hizo fue validarla. Un “de pronto es así” que sonó tan parecido al “quizás, quizás, quizás” de Jesús Santrich.; un “de pronto es así”, tan lleno de desprecio, tan lleno de cinismo, tan falto de empatía con las víctimas.
Si las cosas van así, están mal. Una negociación no puede empezar con la negación de los delitos. Por si no lo sabe señor Patiño, el reclutamiento de menores es uno de los crímenes más atroces cometidos en la guerra. Es un flagrante ataque a los derechos humanos de niños y jóvenes, y es especialmente devastador porque los menores son, por definición, más vulnerables y menos capaces de defenderse.
Los niños reclutados son víctimas de violencia, abuso, privados de su derecho a una educación y a un desarrollo íntegro. En lugar de jugar, estudiar y crecer en un entorno seguro y protector, se ven obligados a vivir en un mundo violento y lleno de peligros, con secuelas físicas y emocionales que los marcarán y perseguirán el resto de sus días.
Los niños reclutados son obligados a cometer actos violentos a empuñar armas, a cargar un fusil que pesa más que ellos, son inducidos a odiar, obligados a matar ¿Qué niño querría cambiar los carros por las balas, o los partidos de fútbol por una batalla campal? ¿Quién quisiera remplazar el amor de su mamá por el adoctrinamiento de un comandante guerrillero? Y ojo, si algunos llegaron engañados bajo falsas promesas, nunca fue por su propia voluntad. Usted debería entender la diferencia.
Sus declaraciones fueron una ofensa para miles de jóvenes brutalmente separados de sus familia, condicionados por la guerra y la intimidación de un arma y cuyos sueños se ahogaron cuando se convirtieron, por la fuerza de la historia y no por decisión propia, en guerrilleros.
Sus declaraciones fueron una cachetada para centenares de madres que hoy siguen huyendo de la guerra, no por miedo a perder su propia vida sino por el terror de perder la de su hijo. Cuando esperan el apoyo o la protección del Estado, ¿qué reciben a cambio?, que alguien como usted asegure que si los jóvenes se van es porque prácticamente ven el ELN un digno proyecto de vida ¡Por favor¡ Somos muchos los que queremos que usted encuentre caminos de Paz, pero no pasando por encima de la verdad. Si no hay reconocimiento de esos delitos mucho menos habrá reparación ¿A qué víctimas se les hará justicia si el mismo Estado las diluye en un discurso cómplice de los victimarios?