Con el ELN faltan las víctimas
No es que alguien estuviera en contra de la Paz, la que se firmó en 2016. Sin embargo nunca debieron ignorarse las inquietudes por la alta cuota de impunidad, por la subrepresentación de las víctimas, por las voces silenciadas de varios sectores; fue casi insultante la soberbia de exguerrilleros que aún hoy creen que es a ellos a quienes hay que pedirles perdón, hay desconcierto con el cinismo con el que niegan sus crímenes y molestia por la poca grandeza para reparar a sus víctimas. Minimizar esas posiciones y rotular a quienes las representaban como “enemigos de la paz” fue el mayor error hace seis años. Esa etiqueta rápidamente fue escalando hasta que nos trajo este mar innavegable de polarización. Clasificar a la sociedad de acuerdo a sus válidas inquietudes solo ahondó la división en este país. Es ahí donde el gesto del presidente Petro de invitar a la mesa con el ELN a José Félix Lafaurie adquiere su mayor relevancia. Él fue uno de los señalados por Santos como “enemigo de la paz” y está tan a la derecha del espectro político, que incluso fue oposición con Duque.
Ahora, contrario a la apuesta de muchos no, entró a sumar y no a dividir en un gobierno de izquierda. Será mejor hacer parte, entender y ayudar a construir un acuerdo, que ser excluido de él. Lafaurie lo explicó a su manera: “las goteras de un casa se conocen desde adentro”. Él recogerá la voz de un gremio, que hasta ahora pareció estigmatizado por el presidente por cuánto representa su contraparte natural en dos temas: la reforma agraria y la “democratización” de la tierra; y la lucha ambiental donde ha señalado la ganadería como factor contaminante.
Pero no es solo un gremio el que se sienta allí, es una visión de un país, es la ideología de ultraderecha, es nada más y nada menos que el esposo de quien muchos reconocen como jefa de la oposición. Petro fue tremendamente audaz y se jugó una carta en los cálculos de pocos: si Fedegan y el ELN pueden sentarse en una mesa a negociar, no hay diálogos imposibles. Si es que el acuerdo se logra, tendrá una altísima aceptación y legitimidad porque, además, en una mesa donde caben de extremo a extremo se queda sin espacio el vergonzante rótulo de “enemigos de la Paz”.
Pero esta es la pata que otra vez le falta al diálogo: las víctimas. Desde Machuca hasta la escuela General Santander. Las madres de los cadetes asesinados en el atentado de 2019 están exigiendo ser escuchadas y necesitan estar allí. También las víctimas de la bomba en el Centro Andino que llevan años con preguntas que ahora no pueden ser respondidas con impunidad. Dicho todo esto también deja un sinsabor la presencia de alias Violeta, no simplemente porque se trata de la responsable de un atentado terrorista, a decir verdad todos los que están allí representando al ELN son culpables de cosas incluso peores.
Molesta por el engaño, porque ella jugó con la justicia, se hizo pontificar como un falso positivo judicial y muchos cayeron en su trampa. Su presencia ha sido tan difícil de explicar que hasta el ministro, Nestor Osuna, se enredó entre versiones de si estaba libre y o si y había viajado a Caracas. En fin, dicho todo esto la verdad es que si a esa mesa de diálogo llega la voz de las víctimas, quedaría más que completa y por primera vez, creo, habrá esperanza de firmar la Paz con el ELN.