Analistas 21/04/2021

Decidir ser Dios

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

El peso de ser médico en una pandemia es enorme. Han tenido que ver morir cada día decenas de pacientes aun agotando todos los recursos para salvarlos. ¿Ustedes calculan lo que eso significa emocionalmente para ellos al final de una jornada? Y como si ese sentimiento de agobio no fuera suficiente, ahora tendrán que llegar a casa con la carga de saber que muchos de los que murieron fue porque ellos lo decidieron, porque ya no alcanzan ni los respiradores, ni los recursos, ni el personal, ni la energía para al menos intentar salvarlos a todos. Ahora les toca escoger, decidir ser Dios, en el juego más indeseable y cruel. Un médico, que se ha preparado durante años para salvar vidas, ahora debe decidir quién muere.

Eso es triage ético, un término demasiado sofisticado que no se traduce en más que la salida desesperada y la única solución para hacerle frente a la pandemia con lo que hay, con lo que queda. En Antioquia, cada día están reportando al menos 280 personas a la espera de una unidad de cuidados intensivos y, ¿quiénes de esos efectivamente la tendrán? Acá está la respuesta en palabras del Gobernador de Antioquia: “lo que debe primar es el criterio de máximo beneficio. Suena duro, pero es real. Implica darle prioridad en las UCI a aquellas personas que realmente necesitan de este recurso, pero que al mismo tiempo pueden obtener mayor beneficio de él porque tienen la mejor posibilidad de salir bien”.

Y les pongo un ejemplo, hipotético, pero que no se aleja mucho de las realidades en las salas covid. Hay dos pacientes, una es una adulta mayor de 65 años, con 3 hijos y 4 nietos, que se ha cuidado toda la pandemia porque tiene hipertensión y diabetes. Solo se ha visto en tres oportunidades con dos de sus hijas y juiciosa espera el día para a ver al resto de su familia. El otro paciente es un hombre de 30 años sin ninguna comorbilidad que no sabe dónde se contagió: si en el viaje que hizo con sus amigos, la cabalgata de la semana anterior o en la fiesta que él mismo organizó en su casa. Entre la mujer de 65 y el hombre de 30, ¿quién se queda con el respirador? Con el concepto de triage ético lo haría el hombre que irresponsablemente se fue de rumba, cabalgata y viaje, el que menospreció las medidas de autocuidado y cayó en el “importaculismo”. Se quedaría con el ventilador aun por encima de la mujer que permaneció aislada, cuidándose, que salía escasamente a hacer las compras del mercado y esperaba paciente el día para ver a sus nietos.

En el triage no se trata de decidir quién “merece” el recurso médico, ese es un concepto muy subjetivo. Tampoco es quién más lo necesite. De hecho, la ecuación suele ser al revés: quien menos lo necesite, tenga mayor garantía de recuperación, lo utilice por menos tiempo, sobreviva con mayor facilidad y con menos secuelas, ese se queda en la UCI y el otro muere.

A este punto hemos llegado por la irresponsabilidad de muchos. Por eso resulta increíble que aun en situaciones tan extremas, haya quienes sigan de insensatos haciendo reuniones y fiestas clandestinas, se nieguen a usar el tapabocas o, incluso, se nieguen a recibir la vacuna. Todos ellos deberían firmar un consentimiento de que en caso de requerir una UCI, renuncian a ella. Que no crean que esto es un juego, si no les importa su vida, que dejen que a otros les importe la de los demás.

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