El momento de los debates
Los debates presidenciales se hacen de cara al país. Aunque muchos, cegados por la polarización, intenten levantar el dedo acusador contra los medios de comunicación, matricularlos ideológicamente, señalarlos, estigmatizarlos y enviarlos al juicio de la opinión pública, lo cierto es que los debates se realizan con base, no en una agenda personal, sino en una agenda de país, una agenda marcada por la coyuntura, que siempre rebasa cualquier intención particular.
Los debates, aunque gran parte de la tribuna insista en ver algo distinto, están hechos bajo un esquema que garantiza igualdad para todos los candidatos: condiciones definidas por el tiempo, temas y mecánica. Son los mismos candidatos los que deciden durante la deliberación brillar, opacarse, ceder la luz propia o hacer el papel del ausente. Estos espacios son importantes porque en este punto, con todo un escándalo sobre el sistema electoral que hace tan frágil la legitimidad institucional, es necesario conocer las propuestas de los candidatos, contrastarlas, entenderlas, medir su posibilidad o improbabilidad. Son justamente los debates, que tienen todo un país como público, el escenario para exigir esas mismas garantías electorales que tanto se pregonan en Twitter. No estoy con esto entrando a discutir la decisión del candidato Gustavo Petro de no asistir a los debates, aunque considero, en general, que es un error.
Lo que sí considero particularmente reprochable es que el argumento que lo asiste es, según ha dicho, la falta de garantías electorales que le ofrecen la Registraduría y el Consejo Nacional Electoral. Entonces, ¿cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en todo este entuerto de las elecciones entre conteo y reconteo? ¿Por qué termina endosando responsabilidades? Los medios de comunicación somos entidades independientes al Estado no hacemos ni de Consejo Electoral, ni de Registraduría ni de Misión de Observación Electoral. Nuestra tarea es informar con responsabilidad, visibilizar las propuestas, dar a conocer los candidatos y, claro, como quedó en evidencia en el último debate de RCN, hacer eco a las denuncias y preocupaciones de los candidatos frente a lo que está pasando. Cerrarle la puerta a un medio y excusarse en los errores de un tercero es graduarlo, por fuerza de la retórica, cómplice de algo contra lo que justamente está luchando.
El hilo de polarización, que nunca se queda quieto, logra traducir esta ausencia audaz y erróneamente en que “algo tendrán que ver allá con el desastre electoral”. Es muy fácil graduar un victimario y ponerlo sobre la mesa para el linchamiento público. Aquellos que ya están acostumbrados a lapidar cualquier nombre, contendor, entidad y medio de comunicación en 180 caracteres, no se imaginan la tarea tan difícil, agotadora, agobiante y delicada que estamos haciendo los periodistas por estos días. No es nada sencillo lidiar con los monstruos de los candidatos, los miedos de los partidos, el ego del que ya se cree victorioso y la inseguridad del que siente que le están arrebatando el triunfo.
No nos equivoquemos, los medios somos aliados de la democracia, hacemos la tarea de abrir las puertas y los espacios. Ahora les toca a ustedes candidatos someterse al ejercicio de los debates y no huir con excusas que solo esconden cálculos políticos.