Analistas 28/07/2021

El último año

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

La verdad es que del Congreso, por lo general, espero poco. No me canso de indignarme porque tienen sesiones solo dos veces a la semana y casi cuatro meses están de vacaciones. Tienen cada comodidad y los salarios más altos del Estado. El Congreso, que en Colombia podría perfectamente estar co-gobernando vía leyes y reformas, ha institucionalizado la política del chantaje, de hacer normas o votar proyectos solo a cambio de algo. Son el verdadero palo en la rueda para el país y se convirtieron en el triste teatro donde se exhiben las más baratas películas de odio y violencia.

Hay congresistas muy buenos, juiciosos, estudiosos, moderados y disciplinados. Pero son solo un puñado. De resto el partidor esta entre políticos que buscan su tajada burocrática u opositores enceguecidos que solo saben lanzar ataques, aunque eso signifique vender mentiras. Es que bastó observar con detenimiento lo que ocurrió el 20 de julio en la instalación: la oposición culpando al Presidente de la República de Todo, hasta del golpe de Estado en Haití y el Presidente en una actitud errónea retirándose del salón sin escuchar el discurso de sus adversarios. Claro, se trataba de resistirse a una prosa de insultos y acusaciones, pero como bien se lo escuché decir hace poco al exministro Juan Carlos Echeverry “la política es el arte de tragar sapos sin hacer caras”.

De ese Congreso del que poco espero, espero menos el año que viene. Es más, ¡le ruego que haga menos! Su mayor tarea será aprobar la reforma tributaria a la que otra vez le pusieron un traje distinto y la quieren llamar “Proyecto de Inversión Social”. Es un texto simple que se concentra en la austeridad, la lucha contra la evasión, la eliminación de exenciones tributarias y el aumento de impuestos a las empresas.

La iniciativa tiene la talla que se necesita para hacer un balance entre una modesta recuperación económica y la financiación de planes sociales sin que su aprobación signifique un aliento para el estallido social. Ese documento que fue milimétricamente diseñado y que se consensuó con partidos y gremios está pensado para deshacer o al menos nivelar el ambiente que tanto se caldeó con la reforma tributaria 1.0. Por eso que es tan importante que senadores y representantes no se pongan creativos, que aceleren el paso para la aprobación de la norma y que no se les ocurra ingeniosas arandelas que pueden dar al traste con la poca estabilidad política que nos queda.

El reto de este Congreso en su último año, será legislar en medio de la protesta social y las tentaciones electorales. Para levantar un poco la cabeza deben cerrarles la puerta a iniciativas populistas. Ojalá debatir con eficiencia la agenda del Gobierno y cuando se trate de la campaña modular el tono, porque este país no aguanta un discurso incendiario más.

El trabajo duro en cambio será para los electores. Los políticos están aprovechando para pescar en río revuelto venden humo en vez de propuestas viables y arman sus promesas de campaña con frases cliché que fácilmente calan en una sociedad fracturada. Los colombianos deben leer con menos apasionamiento la realidad política, porque, aunque paradójico, serán los desapacibles los más oportunos y convenientes. Esos que tocan fibras y que siguen poniendo el dedo en la herida, aunque hoy nos conquisten mañana nos harán odiarnos.

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