Analistas 01/02/2023

Habla la víctima del acosador

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Esto no es de la noche a la mañana, al principio las víctimas hablaran bajo el amparo del anonimato aunque con eso terminen cobijando en su sombrilla protectora a los acosadores. No importa, siempre al principio los caminos son de piedra. Hoy llego para darle la voz a una víctima de acoso en el Congreso, el testimonio que logró mi compañero Óscar Ramírez para Noticias RCN. La historia y las reflexiones de, Priscila, una joven que trabajó en el Senado.

“Apenas entré a trabajar como contratista comencé a sentir que mi jefe tenía acercamientos incómodos. Yo era la más joven e inexperta. Con él siempre había esa mirada de alguien que quiere hacerte daño, entendí que las situaciones de abuso son porque ellos disfrutan la posición de indefensión de quien tienen al frente. Un día estuvo en la comisión desde temprano, se acercó a mi puesto de trabajo y me dijo: ‘ven hablemos del informe que me enviaste ayer’. Yo tenía un vestido y de repente él me puso las manos dentro del vestido. En ese momento quedé paralizada porque no sabía cómo reaccionar. Es que, aunque no es congresista, es una persona con demasiado poder. En un principio me quedé callada y en algún momento le dije, ‘¿qué está pasando? Por favor pare’.

Fue ahí cuando llegó otra funcionaria y tuve la oportunidad de irme, pero luego, en la noche, me dijo que fuéramos a comer, yo me negué. Entonces me dejó en mi cubículo y se encerró conmigo. No había nadie cerca, la comisión estaba absolutamente vacía, solamente quedábamos él y yo. Aprovechó la oportunidad y otra vez comenzó a acercarse indebidamente, yo le decía ‘por favor no, se lo pido no lo haga’. Tengo muchos flashes complejos de ese momento, pero recuerdo que lo que hice fue amenazarlo con unos lapiceros que tenia a la mano, ¡no supe que más hacer! Me dijo que iba a dejar así y que habláramos al otro día, pero yo me hice incapacitar y nunca volví.

Uno llega a trabajar al Congreso con expectativas muy altas, pensando en la realización profesional y lo que encuentra es que por el simple hecho de ser mujer te van a exigir responderle a tus jefes de una manera que tú no quieres, te sometes a ser juzgada, acusada o expuesta a situaciones incómodas y peligrosas. Y nada tiene que el cómo te vistes, no importa lo que tengas cuando hay alguien que quiere sobrepasarse contigo. Yo generalmente vestía con faldas abajo de la rodilla. No fue necesario que yo me pusiera una minifalda para que él quisiera tocarme o que tuviera un escote para que quisiera mirarme.

Y no denuncié, no hice nada. En ese momento preferí dejarlo ahí por mi tranquilidad, porque si yo hablaba y mencionaba la palabra acoso perdía oportunidades laborales. Y ese es el dilema para muchas personas ‘si denunció esto o aquello que me está pasando no podré volver a trabajar en este lugar ni en ninguna institución porque él tiene poder e influencia política’. Ya en este momento creo que debí haber hecho un poco más, habría quedado mas tranquila, probablemente sin contrato, pero más tranquila”.

Priscila termina por contar que tuvo que acudir a un terapeuta, que ahora es más valiente y que espera que algo cambie en el mundo para que estas historias, que son más frecuentes de lo que creemos, salgan a la luz sin la amenaza de que las juzgadas serán las víctimas y no los victimarios.

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