La Twitter-política
Desde que llegó el presidente, Gustavo Petro, al poder nos venimos acostumbrando al Twitter-gobierno. Una nueva fase de la política en la que, aunque hoy nos aterre, más adelante notaremos que simplemente somos pioneros. Será uno de los males de la política moderna, pero, como en todo, la técnica se perfeccionará.
El problema para nosotros, es que al ser novato, el presidente Petro está cometiendo cada desacierto posible: tuitea sin filtro, lleno de emociones y con tal rapidez y desfogue que comete cientos de errores, desde los más simples como faltas ortográficas, hasta dar por cierto la muerte del economista Amartya Sen o el anuncio del rescate, que no fue tal sino varias semanas después, de los niños en Guaviare.
El Presidente, que suele desaparecer, cancelar con frecuencia su agenda, o en el mejor de los casos, llegar tarde a los eventos, es casi que puntual y frecuente hasta el agobio enviando mensajes en redes sociales, reposteando, contestando, enfrentándose a otros tuiteros, haciendo anuncios de políticas internas y, lo mas insólito, tomando decisiones en la marcha mientras va escribiendo: define las líneas de su gobierno con la cabeza caliente y los dedos agitados.
Pero hasta ahí estamos hablando de los mismos pecados de cualquier tuitero, el problema es que Gustavo Petro no es cualquiera, es un tuitero con poder: el poder que le da su investidura como presidente y el poder que le dan sus 7 millones de seguidores en la red. Con esos números encima contrario a tener rigurosidad y delicadeza a la hora de publicar, termina embelesado en los 280 caracteres, ordenando, contestando, confrontando, y aun peor graduando de interlocutor válido a perfiles falsos y amplificando la voz de los bodegueros.
Ya en la política interna, nos acostumbramos y lo normalizamos, pero el costo es distinto cuando el escenario es la geopolítica internacional, acá ha florecido el espíritu más inmaduro y se ha elevado el tono, ¿o ha acaecido?, porque en diplomacia importa el tono y Twitter no tiene tono: leemos el silencio del Presidente con un acto terrorista como el apoyo a Hamás, la mención de mercenarios israelíes como un ataque a la comunidad judía y concluimos que Colombia cancelara relaciones diplomáticas por un impensado trino del Canciller.
La diplomacia es un arte que implica diálogo, comprensión mutua y negociación. Los 280 caracteres que ofrece Twitter no permiten un análisis profundo ni la posibilidad de expresar matices, solo dejan una reducida maniobrabilidad de la que termina presa cualquier relación bilateral ¡Ojo!, se requiere tacto, paciencia y presencia, justo de lo que carecen las frías y frívolas realidades digitales.
Aunque a veces pareciera que sí, las redes sociales no son un sustituto adecuado ni para la política interna ni mucho menos para la internacional. La seriedad de los asuntos multilaterales demanda un enfoque más cuidadoso y considerado.
El Canciller, como jefe de la diplomacia, y el Presidente como representante del país ante la comunidad internacional deberían saberlo: si bien es cierto Twitter ofrece una ventana al mundo, su naturaleza simplificada y su límite de caracteres hacen que sea insuficiente para abordar temas complejos, más hoy cuando lo que tratamos de hacer es desenmarañar los efectos más recientes de una guerra ancestral.