Nuestra condena
Estamos destinados a repetir la historia, la oprobiosa, la deshonrosa, la vergonzosa la misma que de tanto contarla ya no nos causa ningún sonrojo: corruptos, clanes políticos, y candidatos vinculados a grupos al margen serán candidatos en las próximas elecciones y lo peor de todo es que muchos de ellos están destinados a ganar. Aunque siempre, cada cuatro años, escuchamos hablar de renovación, transparencia, revolcón en la política o “el cambio”, esta vez tampoco fue y no lo será mientras en Colombia ser delincuente, corrupto, robarse recursos públicos o estar asociado a un grupo armado ilegal sea igual a nada o en el peor de los casos un hecho heroico. Eso pasó con el Ñoño Elías quien después de pagar una condena por su participación en el escándalo de Odebrecht fue recibido con bombos y platillos en su pueblo, Sahagún, Córdoba. Mejor dicho, las pocas cosas que no se escapan de la sanción de la justicia terminan redimidas por cuenta del efecto social. Y no, no es culpa de los ciudadanos, ni de una especie de “narcocultura”, como se lo escuché decir a un colega, asociando lo qué pasó en Sahagún con lo que pasa con Pablo Escobar en Medellín a quien a estas alturas todavía le alzan altares, es que el Estado se quedó corto, y esos vacíos que no llena, llegan a ocuparlos los narcos, los corruptos o los armados.
Es en este país donde es escándalo de pocas horas que un hombre condenado por narcotráfico quiera ser candidato a la alcaldía. Samuel Santander Lopez Sierra, el hombre Marlboro, entregó a la Registraduría 63.000 firmas para acreditar su candidatura a la Alcaldía de Maicao en La Guajira. Lo hace sin que ningún órgano de control o autoridad electoral se pronuncie o inmute. 63.000 firmas que incluso pretende hacer pasar por encima de la ley que establece que ninguna persona condenada por narcotráfico podrá ser elegida. En un país con un mínimo de sentido de orden y democracia ya habría salido la Registraduría o el mismo Consejo Nacional Electoral a negar esa candidatura. Pero hasta el momento reina el silencio conveniente.
Lo peor de todo es que si esa aspiración se concreta, Santa Lopesierra seguro será ganador; tiene tres factores que combinados son imbatibles: el primero la plata para hacer una campaña fastuosa de pan, circo y tamal; el segundo las maquinarias de la clase política que durante años ha sido beneficiada por su dinero; y por último está en la tierra de nadie, Maicao, un municipio por fuera del alcance del Estado y donde el hombre Marlboro fácilmente puede entenderse como un benefactor, una figura de autoridad, un protector o bienhechor; sí, el mundo al revés.
Y ese es el caso particular de un hombre que con su candidatura desafía todas lógica, pero la historia se repite por decenas en el país. Según el más reciente informe de la fundación Paz y Reconciliación ya hay 88 candidatos con cuestionamientos e investigaciones, de esos 38 son herederos de líderes de clanes políticos; 32 tienen investigaciones disciplinarias o incluso sanciones de la Procuraduría; 30 tienen capítulo judicial; 19 están asociados a hechos de corrupción; 14 son señalados de presuntos nexos con grupos al margen de la ley; y 9 son herederos de la llamada parapolítica. Si usted todavía se pregunta, ¿qué estaremos pagando?, acá tiene algunas pistas.