¿Y los jóvenes qué?
Como en todo, en este tema también hay múltiples formas de ver las cosas. Hay quienes dicen que los Consejos Municipales de la Juventud fueron un fracaso, medible en la baja participación versus los altos costos de la elección; y hay quienes, como yo, que pensamos que la cifra de 1,2 millones de pelados entre los 14 y los 18 años votando, hay que celebrarla.
Datos en contra los encontraremos todos y abundan: de 12,2 millones de jóvenes habilitados para votar solo llegaron a las urnas 1,28 millones y eso sin descontar los 290.000 votos nulos y los 7.000 tarjetones sin marcar. Cifras que apenas demuestran la falta de pedagogía y promoción que tuvo la jornada y que se juntan con el síntoma que caracteriza a esta generación: la apatía por la política.
El costo es quizá el factor que más juega en contra: para la elección de los 10.837 Consejeros se necesitaron cerca de $160.000 millones, esto dividido por el número de votantes nos da un promedio de $130.000 por voto.
Pero ahora revisemos estas comparaciones con las que tendrán una perspectiva diferente. Lo primero es que si bien es cierto la participación fue de 10%, hay que tener en cuenta que en ese censo electoral están incluidos los jovenes desde los 14 años, una categoría etaria que estaba programada mentalmente para empezar a votar dentro de cuatro años. Además si se pone sobre la mesa está elección frente a la participación en general de los jóvenes en procesos políticos tradicionales, sí que hay una ganancia: las estadísticas indican que en el hemisferio la participación no supera 7%.
Lo segundo es que esto genera espacios de representación y participación bajo los canales institucionales para tantos jóvenes que han querido manifestarse y entre quienes hay un desencanto por muchas cosas, pero sobre todo, por la política. Aunque no hay una cifra consolidada de cuántos jóvenes han salido a marchar en los últimos meses, los cálculos más optimistas apuntan a que en total serían entre 120.000 y 150.000. Es decir son 10 veces más los jóvenes que se decidieron por un cambio a través de los canales democráticos.
Y la tercera razón para creer que la elección de los Consejos Juveniles fue un éxito es un sencillo ejercicio de memoria. El país ha olvidado fácilmente lo que se ha gastado en consultas internas de partidos para elegir candidatos -osea miles de millones de pesos para elegir candidatos que luego van a otra elección-, procesos que en su momento sí obedecieron al capricho político de algún cacique de turno. En algunos de esos casos el tema se habría solucionado con una encuesta o con el simple hecho de que los demás competidores renunciaran a sus egos para adherir a la campaña del más opcionado ¿Recuerdan la consulta liberal? 700.000 votos de 35 millones de personas que podían participar. Esos sí fueron $40.000 millones echados a la basura. Todo para que los liberales eligieran a Humberto de la Calle como candidato para luego dejarlo solo en la elección que sí valía y costaba menos: la de la presidencia.
Mejor dicho, en medio de la política colombina, que está hecha de aprovechados y despropósitos, la elección de los Consejos Juveniles es todo un éxito entendido como el primer ejercicio de un proceso que requerirá años para consolidarse.