Analistas 05/12/2025

Conavi: la historia de una abejita que construyó país

Hay marcas que trascienden su tiempo. Marcas que, aun después de desaparecer, siguen vivas en la memoria emocional de un país. En Colombia, pocas despiertan tanta nostalgia, confianza y gratitud como Conavi, aquella corporación de ahorro y vivienda cuyo símbolo -una abejita trabajadora- se convirtió en el emblema de miles de familias que soñaban con un hogar propio.

Pero la historia de Conavi no comenzó como el gigante financiero al que luego llegó a ser. Comenzó con una oficina pequeña en el Parque Berrío, en pleno corazón de Medellín, donde cada mañana mi papá, Alberto Gómez, abría la puerta y saludaba a los ahorradores por su nombre. Desde allí nacieron dos ideas que definieron su ADN: que el ahorro es un acto de esperanza, y que la banca debe existir para la gente, no al revés. De esa visión surgió también un lema que marcaría a una generación: “Conavi quiere a la gente, la gente quiere a Conavi”.

La promesa que democratizó el sueño de la casa propia

En los años 80, cuando el país enfrentaba las secuelas de la crisis del 82, Conavi hizo algo inusual para el sector financiero de la época: decidió confiar en las familias.

Ofreció cuotas bajas, plazos amplios y procesos humanos. Y esa decisión cambió vidas. Porque para cientos de miles de colombianos, Conavi no fue un banco: fue el puente entre el ahorro disciplinado y las llaves de su primera vivienda.

En esa década, mientras muchos veían riesgos, Conavi veía oportunidades. Se convirtió en el aliado natural e ideal de los constructores, que encontraban en la Corporación una banca cercana, social y profundamente comprometida con la recuperación del país. Ahí, sin pretenderlo, la abejita se volvió símbolo de movilidad social.

Una marca que le enseñó tecnología a un país

Mientras Colombia aún se acostumbraba a las tarjetas plásticas, Conavi ya emitía débito y crédito internacionales, y había sistematizado procesos que otras entidades tardarían años en adoptar. Era la carta de presentación en Colombia y en el exterior.

Más tarde, en los años 90, hizo algo impensado: fue la primera institución financiera colombiana en invertir en un banco en el exterior, apostándole a Ecuador cuando ningún otro se atrevía. Era innovación, con visión y convicción.

El banco que evitó que la crisis se llevara el futuro

En 1996, tras otra crisis económica profunda, la entidad volvió a actuar donde otros se paralizaban. Conavi logra apoyar a la mayor cantidad de proyectos de construcción y salvarlos de la quiebra, creando así La Tienda del Inmueble, con la que buscaba, mas que generar rentabilidad, inyectar dinámica de mercado para lograr la reactivación pronta que evitara mayores perdidas de empleos en el sector. La creación de La Tienda del Inmueble no nació para generar utilidades; nació para evitar que cientos de proyectos - y miles de empleos - se perdieran. Conavi prefirió ponerse del lado del país y reactivar el mercado antes que proteger balances. Esa fue siempre su filosofía: ser una banca de servicio.

La Medellín que cambió junto al banco.

Para nosotros, crecer al lado de Conavi significó vivir la transformación de Medellín.

Vimos pasar la ciudad del centro -del pequeño local del Parque Berrío- a la compra del lote de Santillana, donde la vieja casa campesina roja y blanca sería reemplazada por un edificio moderno que hoy marca el inicio de la Milla de Oro.

Ese edificio, construido por Conavi, albergó también a organizaciones emblemáticas como Coltabaco y Nacional de Chocolates. Así nació un nuevo eje empresarial para la ciudad. Y también fuimos testigos de decisiones que marcaron identidad: cuando mi papá fue nombrado presidente, defendió con convicción que, pese a las crisis y a los años difíciles de Medellín, la sede administrativa jamás saldría de la ciudad.

Porque Conavi era, ante todo, patrimonio del talento antioqueño… y luego, de todo el país. Crecer al lado de Alberto Gómez, era vivir diariamente la construcción de una gran compañía que se enfocaba en la gente y existía para la gente. Significó estar presente en el cambio de siglo, y estar pendiente de lo que significaría el cambio de siglo para los sistemas del banco, cuya transición se logró hacer de manera exitosa. Este cambio de siglo trajo consigo, la transición a banco comercial, lo que le permitió a Conavi competir de forma directa con los grandes bancos en Colombia y en el exterior, y por ejemplo le permitió crear una moderna sala de tesorería en la que se hicieron grandes operaciones que son recordadas con admiración por todos los profesionales del sector bancario.

Las marcas que nacieron en esa cultura

Allí se gestaron historias empresariales que hoy son enormes: el nacimiento del fondo de pensiones Protección, desde una sencilla oficina en Patio Bonito; la creación en Miami de Todo 1 Services, una empresa visionaria en tecnología financiera con socios tan distintos como Bancolombia, Banco Pichincha y Banco Mercantil. Conavi irradiaba un ecosistema de innovación que pocas veces se ha contado.

Un liderazgo que nunca se robó el crédito.

Alberto Gómez fue un líder silencioso. Huía de la prensa, detestaba los reconocimientos rimbombantes. Tenía una frase que repetía cada vez que alguien le agradecía un préstamo: “Ese crédito no se lo di yo; se lo dio su propio cumplimiento. Se lo debe a usted mismo”. Esa forma de pensar marcó la cultura.

En Conavi se trabajaba con orgullo, con sentido y con una humanidad que hacía que incluso unos adolescentes -que no éramos empleados, ni pasantes, ni practicantes- quisiéramos pasar las tardes allí, viendo cómo sonaban los instrumentos de una orquesta que tocaba al unísono.

Estar en una reunión de pre-junta o en una reunión de balance, era algo similar a presenciar como cada integrante hacia sonar su instrumento para que la obra sonara siguiendo los valores corporativos trazados por los accionistas y directivos, se maximizaba el retorno, siempre teniendo presente la humanidad de los clientes y sus capacidades

Cuando la abejita se convirtió en símbolo nacional

Para el momento de la fusión con Bancolombia y Corfinsura, Conavi ya contaba con 4 millones de clientes y casi 3.500 empleados. Era, literalmente, el banco de los ahorradores de Colombia.

Mientras Bancolombia tenía alrededor de 800.000 clientes, Conavi era la entidad a la que acudía quien quería guardar hasta $20.000, confiando en la seguridad que inspiraba la abejita.

Hoy, más de 20 años después, la marca sigue viva. Sigue generando sonrisas, recuerdos y una gratitud que no pertenece únicamente a quienes trabajaron allí, sino a todo un país que vio en esa abejita la promesa de que el esfuerzo sí vale la pena.

Por eso esta memoria no es solo un homenaje. Es un recordatorio: Colombia también se ha construido desde la confianza, desde el ahorro, desde el servicio y desde la decisión de creer en la gente cuando más lo necesita. Eso fue Conavi. Eso sigue siendo la abejita. Y tal vez, en un país donde los símbolos escasean, su legado merezca -más que nostalgia- volver a inspirarnos.

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