A tejer confianza
Robert Putnam, sociólogo y politólogo estadounidense, profesor de Harvard, es el principal experto en un concepto que cada día que pasa adquiere mayor relevancia: el capital social. Es la forma en la que se organiza la sociedad por medio de las normas, las redes y la confianza que facilitan la coordinación y la cooperación para beneficio mutuo. Veamos qué significa uno de estos ingredientes clave - la confianza, y en qué condición se encuentra hoy en día.
La confianza es la “esperanza firme que una persona tiene de algo o de alguien; que algo suceda o funcione de una forma determinada”. Esa creencia es crucial porque facilita la interacción humana en el proceso de solución de sus problemas más acuciantes. Su ausencia o debilidad impide o dificulta la construcción de respuestas eficaces a los enormes desafíos - como la pandemia, el cambio climático y el riesgo de una III guerra mundial- que enfrentamos hoy en día.
La mala noticia es que la confianza, en todo el mundo, está en el nivel más bajo desde que se hace su medición. Hay una gran desconfianza en los líderes, en las instituciones, en la democracia, en los medios de comunicación, en los partidos políticos, en los empresarios y en prácticamente todos los demás actores sociales. Por esta razón sufrimos una intensa polarización, el surgimiento de populismos de izquierda y de derecha (que fundamentan su éxito en minar la credibilidad y confianza en sus rivales y opositores), explosiones sociales en muchos países, y un sentimiento generalizado de que pesimismo por el futuro.
Todo ello obstaculiza la salida de los círculos viciosos de la violencia, la pobreza y la fragmentación de la sociedad. Sin la recuperación de la confianza, así sea lenta y parcial, es imposible pensar en el ingreso a los círculos virtuosos de la convivencia, la solidaridad, el respeto por las diferencias y la unión en torno a causas comunes esenciales para el progreso.
La buena noticia es que es posible cultivar la confianza. Sembrando sus semillas y nutriendo su crecimiento, poco a poco florece y se extiende la confianza. De la misma manera en que se derrumba la confianza por el egoísmo, la corrupción y la violencia, puede edificarse la confianza con gestos de empatía, honestidad y generosidad. Lo importante es comenzar, dar los primeros pasos sin exigir nada a cambio. El poder del buen ejemplo desata la reciprocidad de otros, y en ese momento renace esa esperanza que define la esencia de la confianza. No hay que esperar a que los demás den el primer paso; cada uno de nosotros, cada una de las organizaciones a las que estemos vinculados, tiene la obligación ética de comportarse de manera tal que se expanda dicha confianza. Como bella y sabiamente lo recomienda uno de los imperativas morales de Kant, “que cada uno de tus actos sea digno de convertirse en un bello recuerdo”.
En enero del 2020, fui invitado por el Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de Usaid y Acdi/Voca para moderar una conversación entre un grupo de directores de medios de comunicación sobre los muy preocupantes niveles de desconfianza en Colombia (según investigación de PAR). Posteriormente moderé foros organizados por PAR en los que participaron expertos en medición de confianza y representantes de los gremios empresariales sobre los retos y oportunidades que hay en el país para que al delicado y urgente asunto se le preste la atención que merece. Adicionalmente, hice para esta misma iniciativa una investigación sobre la respuesta de los empresarios y de las universidades a la pandemia y al estallido social del año pasado. Y leí un interesante análisis de Andrea Dávila- Confianza en el sector empresarial - llevado a cabo por petición de PAR. A continuación resumo mis principales conclusiones y recomendaciones sobre todo lo escuchado y leído, concentradas en lo que tiene que ver con el papel de los empresarios en la construcción de confianza en Colombia:
• La confianza es un activo muy valioso de toda sociedad. Entender cómo se gana y cómo se pierde es crítico para poder crear las condiciones en las que exista la mayor confianza posible. Esa confianza es la que - retomando la definición del inicio - facilitará la coordinación y la cooperación para beneficio mutuo.
• Medir el nivel de confianza - con las diversas herramientas y metodologías que existen - de forma frecuente y profunda (indagando por las causas y consecuencias, preguntando a grupos diversos) es indispensable para poder tomar oportunamente decisiones que corrijan el rumbo o refuercen tendencias positivas.
• Específicamente en el ámbito empresarial es necesario investigar las percepciones sobre la confianza desde diferentes puntos de vista: el de la opinión pública en general, los de los empleados, clientes, accionistas, proveedores y demás “stakeholders”, y en particular el de la comunidad a la que la empresa más impacta - por acción o por omisión.
• Para generar y mantener confianza, las empresas deben ser impecables en la transparencia de sus actuaciones y comunicaciones. Evadir la verdad o intentar maquillarla es la fórmula perfecta para crear desconfianza; y luego revertirla es tarea muy difícil, por no decir imposible (en algunos casos la desconfianza generada fue tan profunda que acarreó el colapso total o graves crisis de empresas importantes).
• Una reflexión final, regresando al ámbito nacional - no solo empresarial: según el Barómetro de la Reconciliación ( de PAR- Usaid y Acdi/Voca), ocho de cada 10 colombianos no confía siquiera en sus vecinos. Esto es alarmante, es uno de los más bajos niveles de confianza en el mundo. Y en los últimos años, todas las mediciones de confianza en nuestro país muestran un continuo deterioro en prácticamente todos los frentes.
Tocar fondo es urgente. E iniciar un proceso de construcción de confianza nacional es tarea prioritaria. No es una responsabilidad exclusiva del gobierno o del Estado, ni del sector privado, los medios de comunicación o la academia. Sin excepción alguna, debemos poner en práctica la instrucción del juego de la pirinola promovida por Antanas Mockus: “todos ponen, todos ganan”. No con palabras sino con hechos; no con buenas intenciones sino con comportamientos íntegros - que son el tejido diario de la confianza.