Congresistas de la República: la reforma a la salud es inconveniente, apresurada y mal diseñada. Si se aprueba, el retroceso que vamos a sufrir por culpa de la intransigencia de un Ministerio que no ha querido escuchar y de quienes la aprueben en su paso legislativo, va a ser monumental. Que les quede claro: esta reforma va a ser un descalabro para los colombianos, y los más perjudicados serán las familias más pobres. Voy a explicar por qué.
El sistema de salud colombiano ha respondido bastante bien durante los últimos 30 años. Algo que he dicho incontables veces, pero que parece necesario repetir, es que antes de la Ley 100 de 1993 la salud era una limosna para los pobres, la atención era pésima o, incluso, inexistente. Por su parte, las familias de altos ingresos tenían seguros en el exterior.
Eso se logró revertir en tres décadas con mucho esfuerzo y hoy tenemos una cobertura prácticamente universal. Pero resulta que ahora nos quieren devolver a lo que teníamos antes, así el gobierno lo niegue. En efecto, el presupuesto y el servicio se estatizarían. Volveríamos a un sistema centralizado en una super entidad que va a recibir toda la plata, y ahí está nuestra primera preocupación: la capacidad que va a tener la Adres para pagar y hacer todos los giros (es que son más de 900 millones de facturas al año las que hoy mueve el sistema). Y que no se nos olvide que vamos a dejar ese presupuesto, que son más o menos 6 puntos del PIB, a merced de los políticos regionales.
En cuanto al servicio, la creación de los famosos Centros de Atención Primaria (CAP) trae varios problemas. Primero, se elimina la libertad de elección. Segundo, se segmenta la atención y nos ponen más trámites y restricciones. Nos tendremos que registrar en el CAP que nos asignen según nuestra residencia, pero si me mudo a otro barrio, me tengo que registrar nuevamente en el CAP correspondiente. Además, tenemos que ir allá así nos duela una uña o tengamos cáncer, ¿y qué pasa si nos remiten a un especialista que está en otro centro? Con seguridad, los tiempos de espera van a aumentar.
Tercero, esos centros ni siquiera existen. ¿Quién los va a construir? ¿Quién los va a administrar? ¿Dónde está la dotación? ¿Cuánto van a costar? Estas preguntas no las han contestado, como no han contestado muchísimas más.
En el proyecto de ley hay una cantidad de vacíos a los que no han podido darle explicación. Por el contrario, repiten frases grandilocuentes como “la salud va a dejar de ser un negocio”, pero no dan respuestas serias sobre la operación del sistema. Por ejemplo, todavía no se sabe cómo será la atención durante la transición para los colombianos que tienen enfermedades crónicas y de alto costo. Imagínense una persona que está en quimioterapia por un cáncer de colon y de pronto cambian las condiciones ¿Qué pasará con esa persona? ¿Lo van a atender las EPS que desaparecen o unos centros que todavía no existen? No se sabe. Y en esta situación estarían 8 millones de colombianos.
En conclusión, esta reforma no trae nada bueno para el país. Por eso desde Anif hacemos un llamado a todos los congresistas, en especial a los de la comisión séptima de la Cámara, para que no aprueben este desastre. No sean ustedes los responsables de quitar un derecho que especialmente la población más pobre se ha ganado en los últimos 30 años. Quienes lo hagan cargarán con un peso muy grande para siempre. Ojalá piensen en el país, en vez de puestos, ideologías o consideraciones políticas. Este es un tema de profundas implicaciones. Literalmente, de vida o muerte.