Gobernar no debe remunerarse
Ser elegido para gobernar o legislar debería ser considerado el mayor honor para quien logra que los ciudadanos depositen en él su confianza. Ese honor debería ser la mejor remuneración.
Los cargos de elección popular no deberían ser vistos como la forma rápida de generar riqueza, como pasa hoy con algunos políticos que se hacen elegir. No hay mayor distinción para aquellos que son elegidos por el pueblo, que ese voto popular, el cual no es más que una voz de esperanza, un deseo de transformación. Cada cuatro años las elecciones se convierten en un anhelo de que todo puede ser mejor y también son la evidencia de que quienes se hacen elegir poco o nada cumplen con lo que sus electores esperan de ellos.
Pero como sociedad mantenemos la fe intacta. La esperanza de que nosotros mismos podemos tomar las decisiones que nos ayuden a transformar el presente para así proyectar un mejor futuro.
Ser elegido es una muestra de confianza y responsabilidad que como ciudadanos entregamos a otros ciudadanos para que ellos sean quienes tomen las decisiones que más beneficien a la mayoría. Sin remuneración por servir, desde un cargo de elección popular, sabríamos que quien a él aspire y lo ostente tiene vocación e integridad.
Cuando los cargos de elección popular son considerados como un honor y no se les otorga una compensación económica, se fomenta la participación de ciudadanos comprometidos y motivados que buscan servir de manera desinteresada. Al no recibir un salario por su labor, quien resulta electo demuestra que su principal motivación es trabajar por el bienestar y el desarrollo de la sociedad, y no obtener beneficios personales.
Y no, esto no va a significar que por no recibir salario van a robar, pues esto indicaría que hoy no se perdería un peso y que viviríamos como en Finlandia, y a claras luces no es así. La lucha contra la corrupción, la cual no puede descansar, debe continuar, pues el político que se hace elegir para robar, siempre encontrará la manera de hacerlo si se le da la oportunidad.
Algunos países europeos no remuneran los cargos de elección popular, sino que tienen algunas asignaciones puntuales para gastos relacionados con la labor política. Ese sistema es justo, pues tampoco el cargo debe ir en detrimento del patrimonio de quien es elegido, pero los casos son específicos y el dinero entregado se fiscaliza para que sea invertido correctamente y no se convierta en una puerta trasera que le haga trampa a la norma.
Concejales, diputados, alcaldes, gobernadores, senadores, representantes a la cámara y hasta el presidente de la república no deberían tener un salario fijo asignado, simplemente la cotización a la seguridad social por parte del Estado, para que tengan cubierta su salud y avancen en la posibilidad de recibir una pensión.
¿Cuánto nos ahorraríamos en salarios al año si hoy no se pagaran tan elevados salarios a estos funcionarios? Recursos que podríamos invertir en combatir el hambre, mejorar la educación y la vida de todos.
Es el momento de repensar el propósito de la política y los incentivos que la rodean. Al promover una cultura en la que los cargos de elección popular sean considerados un honor y un servicio desinteresado, podemos aspirar a un sistema político más justo y representativo, en el que los líderes estén motivados por el bienestar de la sociedad en lugar de pensar en sus intereses personales.