El pasado mes de agosto, Bogotá dio la bienvenida al I Congreso Internacional de Alumbrado Público, donde se debatieron varios temas sobre el alumbrado público de Colombia y de las ciudades inteligentes. Y es bastante oportuno que estos temas sean discutidos. Se trata de un tema muy importante en la seguridad y gestión del territorio que, actualmente está atravesando una revolución tecnológica profunda, abriendo un nuevo mundo de posibilidades.
La seguridad y el alumbrado público siempre fueron de la mano. Por una parte, la seguridad vial, ayudando a mejorar la visibilidad de los conductores, garantizando la uniformidad luminosa, la detección precoz de los obstáculos, y a la vez, evitando fenómenos de deslumbramiento. Estas son disciplinas bien estudiadas y normalizadas.
Por otra parte, quizás más polémica, es la relación entre el alumbrado público y la criminalidad. Si en el caso de la seguridad vial es incuestionable, en el caso de la criminalidad hay, hasta el momento, un debate en curso.
En el año 1991, se llevó a cabo un estudio en Londres sobre la relación entre la criminalidad y el alumbrado público donde no se logró encontrar una correlación directa de causa-efecto. Sin embargo, el estudio reveló que la sensación de seguridad aumentó en las zonas mejor iluminadas. Ya en 2007, un estudio semejante hecho en los Estados Unidos, demostró que en algunas ciudades hubo una clara disminución del crimen.
Más recientemente, el Departamento de Criminología de Chicago descubrió que en los casos de fallas en el alumbrado público (típicamente interrupciones de energía), el crimen sube hasta 134%. O sea, tal vez la cuestión no sea tanto si las calles están bien o mal iluminadas, sino si están realmente iluminadas. Claramente que la ausencia de alumbrado público es un problema de seguridad, tanto vial como criminal.
En ese punto aún hay un importante camino por recorrer. Si en un país casi 13 veces más pequeño que Colombia, como es Portugal, existen más de 350 luminarias por cada 1.000 habitantes, en Colombia esa cifra es de apenas 169 luminarias por 1000 habitantes en zonas urbanas. Si se incluyera la población rural, esa cifra bajaría significativamente.
De acuerdo con en el Global Peace Index 2018, Portugal ocupa la posición número cuatro en la lista de los países más seguros en el mundo, mientras que Colombia ocupa la casilla número 145. Naturalmente existen muchos otros factores que contribuyen para determinar esta posición en el caso de Colombia, pero no deja de ser curioso la correlación entre la seguridad y la densidad de luminarias de alumbrado público.
Con la aparición de las luminarias LED de alta eficiencia surge la oportunidad única de mejorar en Colombia no solo la calidad del alumbrado público sino también sus costos. Es sabido que aproximadamente 50% de los costos de alumbrado público son costos energéticos. Con luminarias LED se pueden reducir estos costos entre 60% y 70%.
O, dicho de otra forma. Si un municipio en Colombia quisiera cambiar todas las luminarias actuales de vapor de sodio o de mercurio a tecnología LED, podría aumentar entre 15% y 20% el número de puntos de luz, mejorando así la cobertura de iluminación en el municipio, y al reducir los costos operativos de consumo energético, aún tendría margen para un ahorro en el servicio de alumbrado público. O sea, vivimos en una época, en la que es posible mejorar significativamente la seguridad de los ciudadanos a un costo muy bajo.
¡Manos a la obra!