Arte o irrespeto por nuestros símbolos patrios
En un país en el que arden buses en las calles, y hay personas que claman a gritos por comida, y en donde los reclamos de la sociedad son tan diversos y tan profundos, que parece que ningún gobierno, por bueno que sea, pueda sacar a flote al país, hablar sobre música o pintura, o sobre un podcast de cuentos, se siente casi irresponsable. Sin embargo, el papel del arte y las letras en estos momentos en que el panorama se ve tan negro, cobra más relevancia que nunca, pues nos vamos a matar entre unos y otros a bala y a piedra, si no logramos expresar nuestro descontento y opinión de alguna otra forma menos violenta y más creativa.
Las artes nos conmueven, nos inspiran, nos incomodan, y sobre todo, nos invitan a ver las cosas desde otra perspectiva. Por eso, celebro todas las formas en que las personas se arriesgan a expresar su individualidad. Sin embargo, tengo que reconocer que me causó cierto desconcierto oír la versión del “himno nacional”, compuesto por una joven música que incorpora un: “el-pueblo-unido-jamás-será-vencido”. También confieso que me han generado indignación las fotografías y composiciones artísticas que aparecen por estos días en redes sociales con la bandera de Colombia, al revés. Sobre esta muestra, me han dado varias explicaciones, pero sigo sin entender cómo nuestra gloriosa bandera patas arriba, o composiciones del escudo lleno de ratas, pueda contribuir a generar esperanza por el futuro de Colombia. No poder apreciar el valor artístico de estas formas, se debe quizás a que me enseñaron que nuestros símbolos patrios son sagrados, que representan valores que trascienden al gobierno de turno, a cualquier conflicto, a cualquier momento, y por lo tanto son intocables, incluso para los artistas.
Los símbolos son poderosos, dijo San Agustín, porque son signos visibles de realidades invisibles. En el caso de los símbolos patrios, representan nuestra historia común y los valores que compartimos todos los colombianos, independientemente de nuestras diferencias, es decir exaltan la unidad, tal vez es por eso que estas nuevas manifestaciones del himno y la bandera, me inquietan tanto, pues parecería que más bien invitan a la división. Eso es lo que siento, y no puedo dejar de sentirlo. Pero en un plano racional estoy dispuesta a dejarme incomodar por esas expresiones, porque creo que la valentía de las personas que buscan comunicar su óptica de una forma creativa, pesa más que la molestia que puedan generar. Además porque poner límites al arte sería como ponerle límites a la libertad de expresión.
El peligro en ambos casos es que esto supondría que existe un poder superior capaz de determinar qué se considera aceptable y que está prohibido, qué se puede decir y qué debe ser vetado, qué se considera arte y qué es basura. El orinal famoso de Duchamp, figuras hechas con sangre congelada, fotos manchadas con dentífrico, por ejemplo, o el himno de la compositora, no me generan mayor empatía, sin embargo, son formas pacíficas de transmitir un mensaje, y en ese sentido merecen respeto. Tal vez podamos convivir mejor si reconocemos las expresiones de cómo otros ven la vida. También es cierto que las propuestas artísticas van abriendo nuevos caminos; el talentoso Kid Pambelé, fue criticado por boxear con una pantaloneta estampada con la bandera de Colombia, hoy todos tenemos camisetas, medias y calzoncillos con la tricolor.