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El verdadero rostro de la guerra económica con China

Mookie Tenembaum

En los últimos años, se propuso la idea de que la guerra económica contra China debe centrarse en estrategias de inversión a largo plazo, buscando influir en el desarrollo económico de regiones clave. Sin embargo, esta visión no reconoce la realidad del problema: las tácticas como las sanciones y los boicots, especialmente en sectores tecnológicos como los chips y la inteligencia artificial (IA), son las únicas herramientas verdaderamente efectivas en este escenario.

Para entender la guerra económica, es fundamental explicar cómo funciona el boicot de los chips, un componente clave en la tecnología moderna. Los chips semiconductores son esenciales para todo, desde teléfonos inteligentes hasta sistemas de defensa. China invirtió agresivamente en la producción y desarrollo de chips, buscando autonomía tecnológica.

El boicot de los chips consiste en restringir el acceso de China a los componentes más avanzados y a la tecnología de fabricación de semiconductores.

Este enfoque de boicot tiene una ventaja crucial: se basa en las decisiones unilaterales de los países que poseen la tecnología, principalmente Estados Unidos y sus aliados. En cambio, si se enfocara en estrategias a largo plazo como la inversión en infraestructuras o proyectos en terceros países, el éxito dependería de una serie de factores externos, como la cooperación de otros gobiernos, la estabilidad económica y las condiciones geopolíticas, elementos que están fuera de su control directo.

Las fases problemáticas de la inversión a largo plazo

La inversión a largo plazo se presenta a menudo como una forma de contrarrestar la influencia china. La teoría es que al invertir en infraestructuras, educación y desarrollo económico en regiones estratégicas como el Indo-Pacífico, se puede limitar la expansión china y fomentar el crecimiento de alternativas económicas a la influencia de Beijing. Sin embargo, este enfoque tiene problemas fundamentales.

Para empezar, las inversiones a largo plazo implican múltiples fases de implementación. Primero, se requiere un análisis exhaustivo y planificación, lo que lleva años. Tras la obtención de financiación, comienza la fase de desarrollo, que puede verse obstaculizada por problemas como la inestabilidad política, la corrupción y las condiciones económicas cambiantes en los países receptores. Finalmente, una vez completado el proyecto, su éxito depende de factores locales, como la capacidad de mantenimiento, el desarrollo económico sostenible y la capacidad de resistir la influencia china. Este proceso es inherentemente incierto y está sujeto a riesgos externos.

La clave radica en la naturaleza de control de cada enfoque. Los boicots, como los que se aplican a los chips, dependen casi exclusivamente de las decisiones del país que los impone. Cuando Estados Unidos restringe la venta de tecnología de chips a China, ejerce un control directo e inmediato sobre el acceso a esa tecnología.

El control de la IA como factor determinante

Además de los chips, el control de la inteligencia artificial (IA) se convirtió en el verdadero campo de batalla. Aquí es necesario aclarar que la IA no se limita solo a la fabricación de chips o a sistemas aislados; su alcance es mucho más amplio y complejo. La IA involucra sistemas de navegación artificial, procesamiento de datos a gran escala, reconocimiento facial, análisis predictivo, automatización de procesos industriales y militares, entre otros. La verdadera competencia radica en quién puede controlar, desarrollar y ofrecer estos servicios de manera global.

Uno de los aspectos críticos de la IA es la "navegación artificial" o la capacidad de procesar y analizar grandes cantidades de datos para la toma de decisiones autónomas en tiempo real. Esto es fundamental en aplicaciones militares, de seguridad y económicas.

La nube y su control

La nube se convierte en un elemento central en este contexto. Los servicios de IA avanzados dependen de la capacidad de procesamiento y almacenamiento en la nube. Aquí es donde se define quién tiene el control. Los países que posean la infraestructura de la nube y los algoritmos avanzados decidirán quién accede a la IA y en qué condiciones. Actualmente, las empresas líderes en servicios en la nube, como Amazon Web Services (AWS), Microsoft Azure y Google Cloud, están bajo la influencia de Estados Unidos, lo que le otorga una posición de dominio en la provisión de servicios de IA.

Este control significa que, aunque un país tenga acceso a hardware, su capacidad para implementar IA avanzada depende de su acceso a la nube y a los servicios que esta proporciona. Los países que busquen beneficiarse de la IA estarán sujetos a las condiciones impuestas por los propietarios de estos servicios en la nube. Aquellos que elijan alinearse con la coalición entre Rusia, China e Irán encontrarán acceso a una IA inferior, que no cuenta con el mismo nivel de desarrollo, innovación y capacidad de la que Estados Unidos y sus aliados ofrecen.

El dilema

Este escenario crea un dilema para muchos países. Por un lado, está la posibilidad de acceder a tecnología de IA avanzada a través de una alineación estratégica con Estados Unidos, lo que implica aceptar ciertos términos y condiciones. Por otro lado, está la opción de optar por una IA degradada del bloque Rusia-China-Irán, con las limitaciones y riesgos que esto conlleva.

La cuestión es que la IA se convertirá en una herramienta tan crítica para el desarrollo económico y militar que pocos países podrán permitirse quedarse atrás. Desde sistemas financieros hasta seguridad nacional, la IA transformará la forma en que operan las sociedades modernas. Aquellos países que se queden sin acceso a los sistemas de IA más avanzados enfrentarán serios desafíos.

Además, la cuestión del acceso plantea problemas de soberanía y autonomía. Los países que dependen de la IA suministrada por actores externos, especialmente si es a través de la nube, se enfrentarán a un nuevo tipo de dependencia económica y política. El control de la IA y de la nube se traducirá en un control sobre la economía y, en última instancia, sobre las decisiones políticas de esos países.

En este contexto, la estrategia de control y boicot, en lugar de la inversión a largo plazo, se presenta como una táctica más efectiva para influir en la dirección en la que se desarrollan las relaciones internacionales y el equilibrio de poder.

Las cosas como son.

Mookie Tenembaum aborda temas internacionales como este todas las semanas junto a Horacio Cabak en su podcast El Observador Internacional, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.

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Estados Unidos - China - Inteligencia artificial