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Producción local: la nueva apuesta para dominar en microchips

Mookie Tenembaum

Los microchips, también conocidos como semiconductores, son pequeños componentes que permiten que casi todos los aparatos electrónicos funcionen: desde su celular y la computadora, hasta los autos y electrodomésticos. Sin estos componentes, la mayoría de las cosas que usamos en la vida diaria simplemente no funcionan. Hasta hace poco, la gran mayoría de estos microchips se producían en Asia, especialmente en Taiwán. Esto era un gran riesgo para Estados Unidos porque, si algo sucediera en esa región, afectaría el suministro de chips y, por lo tanto, el funcionamiento de muchas industrias en el país.

Para enfrentar esta situación, el gobierno estadounidense lanzó una ley llamada Chips and Science Act. Esta iniciativa tiene dos objetivos principales: primero, incentivar (motivar con dinero y beneficios) a las empresas a producir más microchips en el país; y segundo, reducir la dependencia de otros países. En resumen, Estados Unidos quiere tener su propia producción de microchips para estar mejor preparado ante cualquier problema externo.

¿Cómo está funcionando esta iniciativa?

Washington destinó US$53.000 millones para atraer a empresas del sector y promover la construcción de fábricas de microchips en el país. Esto significa ayuda económica para establecerse allí. Además, las propias empresas han invertido cerca de US$400.000 millones para desarrollar estas instalaciones. Por ejemplo, la empresa taiwanesa TSMC, una de las mayores productoras de chips en el mundo, construyó una planta en Arizona y produce con niveles de eficiencia similares a los de sus plantas en Taiwán.

Esto redujo la dependencia de importaciones desde Asia, en un paso para fortalecer la economía nacional y asegurar la estabilidad de otras industrias.

¿Cuál es el mayor desafío?

A pesar del éxito inicial, uno de los grandes desafíos es la falta de trabajadores capacitados. La producción de microchips es un proceso especializado que requiere personas con conocimientos técnicos avanzados. En el pasado, cuando muchas fábricas cerraron en EE.UU., también desaparecieron programas de formación educativa en estas áreas. Ahora, con la reactivación de esta industria, no hay suficientes trabajadores con las habilidades necesarias.

Para solucionar este problema, parte del dinero del Chips Act se destina a la creación de nuevos programas de formación en escuelas y universidades. Por ejemplo, en Nueva York, la empresa Micron Technology anunció que invertirá en la construcción de nuevas fábricas y en la capacitación de personal local durante los próximos 20 años.

Entre tanto, EE.UU. no está solo en esta carrera por producir más microchips. La Unión Europea también lanzó su propia iniciativa para atraer empresas y establecer fábricas en Europa. Corea y Taiwán tienen iniciativas comparables. Pero hay un aspecto complicado: con quiénes se asocia Estados Unidos. Recientemente, se asoció con Emiratos Árabes Unidos (EAU) para trabajar juntos en tecnologías avanzadas. Sin embargo, esto preocupa porque EAU tiene fuertes lazos con China, rival estratégico de Estados Unidos. La duda es si esta cooperación provocará que tecnología sensible termine en manos de China.

En suma, el Chips and Science Act es solo el comienzo. En los próximos años, se verá si realmente Estados Unidos recuperará su liderazgo en la producción de microchips y si superará desafíos como la falta de mano de obra calificada y las complicadas relaciones internacionales. La producción de estos componentes es un tema estratégico y seguirá siendo clave para el gobierno y las empresas en los próximos años.

Las cosas como son.

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