Analistas

El baile del dolor

Natalia Zuleta

Tenía que escribir este artículo hecho de reflexiones y dolores pendientes por explorar. No es fortuito que las ideas y las palabras aterricen en este escrito de una forma determinada para dar sentido a tantas cosas que rondan en la cabeza de una escritora. Tantas cosas que habitan en la mente de una mujer que como yo ha tenido que enfrentar desafíos enormes por ser independiente y en cierto sentido audaz, un adjetivo que combinado con lo femenino puede inspirar cuestionamientos, sorpresa o una curiosidad morbosa.
Durante esta semana de energías encontradas por muchas de las cosas que pusieron al país patas arriba enfrenté un parte más de una batalla legal que aún persiste después de siete años de divorcio. Y aquí no quiero entrar en detalles de mi historia personal, pero sí quiero exponer las luchas silenciosas que muchas mujeres libramos al tomar decisiones que se salen de tantos arquetipos impuestos y que nos llevan a navegar entre la cobardía y el coraje. Un estudio reseñado por la Universidad de Navarra en España sobre las violencias invisibles en los procesos de separación de las mujeres entre 35 y 47 años, revela que las mujeres presentamos mayor vulnerabilidad que los hombres en los procesos de divorcio por la pérdida de autonomía y empoderamiento durante la vida en pareja.
En esta ocasión el dolor y la incertidumbre han abierto profundos surcos de cada rincón de mi cuerpo en donde puedo experimentar emociones. Y allí se crea un vacío cuando esas emociones vienen, nos visitan y se van. De allí surge esta reflexión que sólo pretende contarles lo que ocurre en el centro del corazón de una mujer cuando se enfrenta a decisiones como la separación. Ese lugar que es como una galaxia que se expande y contrae con poética resonancia, pero también con biológica explicación. Las mujeres somos afortunadas de tener una conexión intensa con nuestras emociones, algo que juega en nuestro favor, pero también en nuestra contra cuando pretendemos socialmente darle una connotación negativa a la emocionalidad. Hoy les hablo de un dolor intenso que me abraza ya desde hace rato y con el cual se pueden relacionar muchas mujeres. Un dolor que sale de contrariedades e injusticias acumuladas que no saben cómo sanarse a sí mismas y que se extienden en el pecho como un virus extremadamente sintomático.
Es un dolor que debe ser contado y entendido porque representa a las mujeres que deciden juiciosamente casarse, convertirse en esposas y hacer realidad el sueño social de una familia. A las mujeres que en el camino crecemos, nos tropezamos, nos cuestionamos y aprendemos a leer nuestras imperfecciones como oportunidades enormes de abrir puertas para expandirnos. Sin embargo, en una sociedad aún patriarcal, estos deseos tienen un costo. Nos cuesta aceptar que de pronto el sueño de matrimonio feliz y perfecto es un juego de nuestra mente dentro del guion de felicidad que aprendemos a escribir desde que nos crían. Yo en particular crecí viendo a mis padres felices y aún lo son después de toda una vida juntos, pero lo que funciona para muchos no necesariamente es para todos. Como seres humanos con un tiempo limitado en este planeta estamos llamados a descubrir y explorar lo que cada una de las etapas de la vida tiene para nosotros, equivocarnos, aprender y crecer. La vida es ese lienzo de creación permanente.
Considero que entre más hablemos de nuestros dolores las mujeres nuestras heridas recibirán la luz para sanar y ser más resilientes. Estamos en una era en donde las historias de vida tanto de triunfos como de derrotas deben salir a la luz para generar expansión espiritual y aprendizaje en otros. El dolor de una mujer es un espacio en donde caben muchas penas que se condensan a través del tiempo en el corazón y que tienen ese carácter femenino de receptividad, intuición y amor. La energía femenina o shakti es una energía creativa y receptiva en donde bailan las emociones. Lo intenso e interesante de ese baile es que nos hace conscientes de que hay cambios necesarios que debemos abrazar como parte del ciclo natural de la vida. Es un baile del dolor hecho en mi caso de pérdidas, maltratos, injusticias, miedos, auto juicio. Un baile que se repliega en mi vida a través de cada desafío. Un baile que me ha llevado a escribir y publicar cuatro libros, a viajar por el mundo en muchas ocasiones sola, a emprender un camino espiritual a través del yoga, el mindfulness y la meditación.
Este dolor de un divorcio difícil es el mayor capítulo de aprendizaje de mi vida, que me ha hecho más fuerte y más mujer que nunca. Me ha hecho explorar y conectarme con mi energía masculina para hacerme cargo de cosas que jamás pensé. Esta danza que hoy quiero compartir con todas las mujeres que en medio de cambios drásticos en su vida sufren, por ser esposas infelices, madres confundidas, mujeres solas. Las invito a bailar todas y abrazarnos porque la cura a nuestras heridas está en el unísono, en un “también pasé por allí” y “aquí estoy”, en el “aquí estoy para compartirte mi historia”. Las abrazo a todas desde mi dolor creativo e inspirado para sanar, para que sigamos dando sentido a nuestra existencia. Porque somos resilientes y en el fondo nos habita una gran fortaleza.

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