La historia de la humanidad es un relato de victorias y derrotas, pero también de valentía y miedos. El mundo necesita hoy más que nunca un liderazgo sustentado en las más nobles y poderosas cualidades humanas. Entre ellas encuentro valiosas la creatividad y la espiritualidad como dos aspectos que jamás podrán ser replicados por la tecnología. Vivimos una realidad bastante compleja que nos confronta con nuestras virtudes y debilidades. El liderazgo de hoy puede convertirse en una herramienta maravillosa de reinvención o en un commodity viral y superficial que haga poco o nada por construir un futuro sostenible. En particular agradezco a la vida haberme llevado siempre a lugares en los que la creatividad ha florecido. También en haberme empujado, a veces de manera adversa, a comprometerme con mi evolución espiritual. Diría que estas dos condiciones me han proporcionado un lente diferente a través del cual entiendo los desafíos más humanos. Es por eso por lo que hoy me pregunto ¿Cuál es el miedo silencioso de los líderes? Y es una inquietud que nace de observar y escuchar el diálogo confuso de políticos, líderes sociales, empresarios, educadores, jóvenes y hasta padres de familia, todos buscando llevar sus vidas y responsabilidades en un universo que cada vez parece más incierto.
Y es que si miramos con atención los retos impuestos a los líderes de hoy no solo tienen que ver con la necesidad de capacitarse intelectualmente y cumplir con una lista de habilidades establecidas por escuelas de negocios y empresas. Podríamos decir que esta es una prueba superada, la más ardua tarea pendiente es un compromiso con el autodescubrimiento y la evolución espiritual. La incertidumbre que crece a un ritmo más veloz que la inflación de las economías nos enfrenta a una ansiedad que debemos trabajar para convertirla en energía creativa. Es cuestión de entender qué es relevante, y mucho, conocernos a nosotros mismos y volver a esa mirada curiosa del mundo que tal vez nos permita una mayor exploración del entorno sin el miedo a equivocarnos. Y para ello debemos conocer nuestro verdadero potencial. Es como entender que la única certeza está dentro de nosotros y que el miedo a fracasar y fallarnos a nosotros mismos puede convertirse en una muralla interminable que nos separe de un presente lleno de oportunidades y de un futuro que soñamos construir.
La espiritualidad lejos de ser una dimensión que solo es explorada desde lo religioso, se convierte en un camino de autoconocimiento para replantearnos y reinventarnos. Mi pregunta para los líderes es ¿qué tanto se conocen? ¿qué tanto se visitan a sí mismos? Entender el lenguaje del alma es un camino certero que nos abre las puertas a dimensiones no consideradas antes en escenarios formales de liderazgo. Cuando conectamos con nuestro potencial espiritual estamos en un lugar en el que sabemos que el miedo no es más que un escollo mental para nuestros emprendimientos. Cuando entendemos cómo funciona nuestra mente, donde reside nuestra fuerza y en cómo podemos encontrar dentro de nosotros mismos lugares de refugio, de calma y de paz, podemos llevar a otros a manifestar estas dimensiones en su vida. Nos convertimos entonces en líderes y seres humanos más flexibles, más abiertos a navegar el cambio y más creativos para identificar nuevas oportunidades. Nuestra mirada cambia, nuestra gestión se transforma y nuestro carácter se ilumina. Creo en el poder del desarrollo tecnológico y todas las ventajas que puede traer a los ambientes de trabajo. Pero creo también en el poder de la evolución humana, una evolución natural e interconectada con la vida. Esa que nos permitirá liderar desde el espíritu, trabajar desde el corazón e impactar desde la creatividad. Adiós al miedo bienvenida la reinvención.