Inteligencia espiritual
sábado, 15 de junio de 2024
Natalia Zuleta
El proceso evolutivo de la humanidad se puede mirar desde diferentes perspectivas, entre ellas científica, religiosa, filosófica y política. Hoy los invito a pensar en términos del desarrollo de la inteligencia del hombre y cómo podemos encontrar caminos para reinventarnos ante una era colmada de enormes desafíos en lo moral y espiritual.
La aparición de la inteligencia artificial nos plantea la necesidad de repensar nuestra visión del mundo y de lo que significa ser humanos frente a una realidad cada vez más mediada por la tecnología. Hemos sido ambiciosos en cultivar el intelecto y desarrollar habilidades científicas para la invención de dispositivos e invenciones que en su visión inicial están diseñados para hacer más fácil la vida pero que con el tiempo hemos descubierto pueden complicarla.
Esta idea no implica una posición de pesimismo frente al ya existente dilema de humanidad y tecnología sino que se convierte en una invitación abierta para entender que somos más que el intelecto y que la exploración de nuestras múltiples dimensiones puede llevarnos a encontrar salidas además de tranquilidad frente a la ansiedad de futuro. Entendemos con perfecta claridad cómo funciona nuestra inteligencia racional y la capacidad para conocer el mundo. Existen importantes teorías sobre las inteligencias múltiples como la expuesta por Howard Gardner en el marco del proyecto cero de Harvard. Sabemos de nuestra capacidad intelectual y cómo engrandecerla a través del estudio y la puesta en práctica de teorías y aprendizajes, y esto es imprescindible.
Sin embargo la incertidumbre y el caos nos plantean enormes desafíos en torno a la forma como abordamos el conocimiento. Necesitamos traer a la acción una de las cualidades más importantes del ser humano como lo es la creatividad. Pero antes de referirme a ella me gustaría mencionar la inteligencia emocional que también aparece como una importante capacidad de desarrollar empatía y reconocer los propios sentimientos y emociones para tener una mejor relación con nosotros mismos y con los demás.
En la complejidad y riqueza que hace parte de nuestra humanidad todas estas inteligencias han demostrado estar presentes en nuestro proceso evolutivo. Sin embargo no serán suficientes para abordar las problemáticas de un mundo que se ve enfrentado a grandes dilemas morales y preguntas existenciales que muchas de las religiones no han logrado resolver con asertividad o pertinencia. La exploración de nuestras dimensiones mente, cuerpo, corazón y espíritu nos revelan información nueva sobre como en el reconocimiento de las mismas podemos iniciar un viaje exploratorio para cultivarlas y hacernos más sabios y resilientes en una era difícil de afrontar.
Esta exploración se presente como una especie de viaje interior en el que conectamos con la inteligencia espiritual como una posibilidad de autodescubrimiento y autoconocimiento. Esta inteligencia es en sí misma la fuente de creatividad con la que todos nacemos y nos permite observarnos desde la conciencia para entender que no somos nuestros pensamientos ni emociones sino que estamos más allá de ellos.
Para Danah Zohar en su libro ‘La inteligencia espiritual’ nos permite desarrollar la flexibilidad, un nivel de conciencia de nosotros mismos, la capacidad de afrontar el sufrimiento, la capacidad de trascender el dolor. También nos permite tener una visión holística del mundo y hacernos preguntas poderosas. No podría encontrar un conjunto de cualidades más relevantes en la vida moderna para todos los humanos, infantes, adolescentes, adultos y adultos mayores.
La controversia que ha generado la inteligencia artificial ha sido valiosa e importante sin embargo se agota en la comparación con las capacidades humanas. Considero que ha llegado el momento de centrarnos en explorar la inteligencia espiritual como aquella herramienta que nos permitirá dar respuestas a nuestras preguntas existenciales más profundas como el verdadero significado de la vida. También como una importante capacidad para navegar la incertidumbre cultivar la vulnerabilidad y encontrar caminos para la convivencia, la esperanza y la reconciliación.
No podemos responder a la crisis que vivimos de sentido y de salud mental desde el mismo lugar en que las creamos. Debemos emprender un viaje hacia nuestras dimensiones: mente, cuerpo, espíritu y corazón, para conectarlas y hacer de ese hilo conductor un reencuentro con nuestro verdadero potencial evolutivo desde lo espiritual y lo más humano. La ciencia nos mostrará el camino de progreso de todo lo que nos rodea sin embargo el espíritu es el verdadero lugar de expansión y de creatividad para trascender y ser felices. No es un tema de coeficiente sino de hábitos, compromiso y apertura hacía todo lo que tenemos por redescubrir dentro de nosotros mismos.