Existe una parte de mí que me avergüenza y debo aceptarlo. Es una especie de sombra que he aprendido a conocer en años recientes en los que como nunca me he quitado pieles.
Un ejercicio necesario para cualquiera que quiera trascender y evolucionar en una era que cada vez nos parece atarnos más de pies y manos y robarnos cierta voluntad y libertades que por derecho propio debemos disfrutar. Libertades sutiles y sencillas que alimentan el espíritu humano y enaltecen nuestras mejores cualidades espirituales.
Debo confesar que esa sombra que me visita tantos en los momentos de luz como en los de oscuridad en los cuales más me abraza, me pertenece y me hace querer dar pasos agigantados para alejarme de ella.
Y es este encuentro con mi vergüenza el que me ha abierto a conocer mi vulnerabilidad y entablar un diálogo constructivo con ella, lejos del miedo y la culpa. A veces me pregunto qué rol juegan las sombras en nuestro proceso de autoconocimiento y crecimiento personal y podría decir que son un catalizador para nuestras mejores virtudes.
Cuando tenemos la claridad y sabiduría para aceptar aquello que no queremos ser, podemos trabajar en quiénes queremos convertirnos. Finalmente somos una tarea en permanente evolución, una obra que en la incompletud encuentra el sentido de su búsqueda.
Yo me topo con esa vergüenza a menudo en momentos en los que debo tomar decisiones en soledad que están por fuera del statu quo. Entonces puedo verla con claridad, es una niña chiquita insegura que aparece ante mí para hacerme dudar de las más mínimas posibilidades existentes. Es esa niña inquieta y a la vez indecisa que siempre busca la aprobación de todos para hacer muchas cosas que en el fondo el alma dicta desde el fondo de un propósito de vida. De repente me encuentro en el paradero de mi primer día de colegio, en la primera conducción de mi bicicleta y la posterior caída, en mi primera montaña rusa y hasta en mi primer beso. Y cuando estoy allí reconociendo mis propias limitaciones y miedos, viene la adrenalina de un corazón acelerado pero también una voluntad ávida de manifestarse a favor de los sueños que aún tengo guardados, postergados y en letra menuda de algún lugar de mi existencia.
Me he encontrado de nuevo con este instante de ansiedad y con él llega esta poderosa reflexión. Todos tenemos sombras, son inevitables y nos acompañan en la vida. Están ocultas porque nos avergüenzan, nos cubren la espalda y a veces nos duelen, pero también nos recuerdan que hay un trabajo por hacer. Nos instan a pulirnos con cincel, a tomar decisiones, a dar pasos agigantados para cruzar umbrales. Son parte de la búsqueda humana de la evolución personal que trasciende a otros porque cuando logramos reconciliarnos con ellas para avanzar, estamos sacando a la luz nuestra mejor versión. Esta es una verdad contada a través de diferentes maneras a lo largo de la historia desde las religiones, la literatura y la filosofía. La Odisea, la búsqueda del Grial, el renacimiento, las grandes batallas, la noche oscura del alma, el viaje del héroe. Todas estas narrativas describen un proceso de búsqueda y autoconocimiento para abrirnos a aceptar nuestros dolores, miedos y demonios y así renacer en una mayor fortaleza y sabiduría. En ese camino aparece la vergüenza como una barrera que nos llama a derribarla para descubrir lo que hay al otro lado del muro. Una vergüenza que es el desconocimiento del propio potencial, del miedo a lo desconocido y el temor a no poder controlar el resultado. Esa vergüenza vestida de niña que me visita y me habla claramente al oído para recordarme quién no quiero ser se ha vuelto en un aliciente para el deseo de transformación y transgresión de mis miedos. El dolor de estómago, el vació en el pecho y la rigidez en el cuerpo tienen el potencial de convertirse en una oportunidad de crecimiento. Les confieso que en esta danza con mi vergüenza tomé una decisión pequeña alineada con mi propósito.
Esto me recuerda una frase de la escritora española Elsa Punset: ”Con los miedos y las vergüenzas se escapan también por el desagüe casi todas las cosas inesperadas y divertidas, las oportunidades y los encuentros insospechados”. Por lo pronto espero tengan un encuentro inesperado con su vergüenza y puedan sacar lo mejor de ella.