
¿Qué pasaría si las Juntas Directivas meditaran?
viernes, 21 de febrero de 2025
Natalia Zuleta
Tal vez les parezca insólito que estas dos palabras estén unidas en un titular o hasta en la vida real en cualquier contexto empresarial. El misticismo de una con el lenguaje y connotación corporativa de la otra. Lo que me mueve hoy a escribir es una experiencia reciente como presidente de junta directiva, posición que asumí desde 2023. Una responsabilidad que ha cuestionado muchos supuestos y creencias que tengo sobre el liderazgo y la estrategia. Le echo un poco la culpa a mi formación en meditación y mindfulness y mi mente inquieta de escritora que siempre está buscando formas diferentes de ver las cosas y de entender la realidad.
El valor de la pregunta en tiempos inciertos es invaluable. Las preguntas poderosas abren puertas a la indagación y la creación. Si miramos la historia, los grandes descubrimientos e invenciones del mundo surgieron a partir de preguntas poderosas. Estas han sido mis grandes aliadas en la vida para encontrar nuevos caminos y muchas veces sacarme de bloqueos o dudas. Dirigir una Junta Directiva con miembros diversos que tienen una cosa grande en común y lo es su amplia experiencia y sus ganas de contribuir a las empresas no es una tarea fácil más para una mujer.
Confieso que tenía grandes inquietudes sobre cómo preparar esa primera reunión del año tan definitiva para empezar a recorrer un 2025 que ya en sus inicios plantea grandes desafíos para todos en cada continente. Sin embargo, después de una práctica de meditación en la mañana me hice la pregunta de ¿Qué pasaría si las Juntas Directivas meditaran? Tal vez a muchos ya los pierda con esta declaración y decidan no seguir leyendo. Es legítimo también abandonar las ideas antes de que estas tomen forma, yo estuve tentada también. Sin embargo, decidí escuchar a mi intuición y lanzarme a planear una reunión en la que hablaríamos de emociones y preguntas poderosas para después adentrarnos en las cifras duras de estrategias y resultados.
Y es que, en definitiva, los seres humanos hemos perdido la capacidad de interrogar al mundo para encontrar respuestas a las grandes incógnitas de la existencia, pero también para los enormes desafíos que nos retan a hacer las cosas de manera diferente: la incertidumbre climática y política, la desigualdad, el rápido avance de la tecnología y la deshumanización de muchos procesos y profesiones. Vivimos una realidad que también se asimila caótica e cada vez más impredecible y esto nos genera emociones que impactan nuestra presencia en el mundo y en el caso de las empresas influencian nuestro liderazgo. Sin embargo, también hemos perdido la capacidad de conectarnos con esas emociones y cultivar una mayor sabiduría a través de ellas.
Yo particularmente he sentido ansiedad, angustia y anticipación. Emociones que son válidas y que al sentirlas y trascenderlas en un espacio seguro pueden generar una tensión creativa para encontrar caminos. Los miembros de una junta somos seres humanos que en todas nuestras dimensiones podemos descubrir poderosas herramientas para liderar y gestionar cambios. No somos solo mente, pensamiento para indicadores y cifras, tenemos un cuerpo que nos habla de cómo nos sentimos, un corazón y un espíritu que son nuestra verdadera identidad y nos hace únicos. Y también tenemos la posibilidad de imaginar escenarios más allá del papel para transformar la realidad.
Al mismo tiempo tenemos una enorme responsabilidad de cultivar un liderazgo más poderoso y consciente, que practique la introspección y la curiosidad. Un liderazgo de cifras pero también de intuición, que se haga preguntas poderosas para mirar el futuro con creatividad, el mundo lo necesita. Un liderazgo que acepte y convoque las emociones como parte esencial de los procesos de planeación y reconocimiento de los seres humanos.
Me siento, abro la reunión e invito al silencio y la meditación. Mis piernas tiemblan y mi corazón se emociona de llevar a las personas a ese lugar olvidado donde se esconde tanta sabiduría. Nos miramos, nos reconocemos y desde allí visualizamos nuestra última reunión de 2025. Se siente bien y desde ese lugar expresamos nuestra palabra para este año. Hacemos una pregunta poderosa y empieza el debate. Una conversación enriquecida desde lo más humano de los cinco miembros que estamos allí sentados. Muy poderoso. Una voz muy adentro me dice: “las juntas directivas necesitan meditar.”