Cuando el Acueducto de Bogotá renació de las cenizas
Pocas empresas colombianas tienen la fortuna de tener más de 100 años de operación, como Corona, Postobón, Energía de Bogotá, Bancolombia, Bavaria o Avianca, convertidas en íconos por la generación de empleo, construcción de capital y también por enfrentar grandes desafíos, reorganizaciones o decisiones difíciles para mantenerse a flote y no cerrar.
El caso de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Eaab, es ejemplar pues logró superar una grave crisis financiera, recuperarse, salir a flote y mantenerse hasta hoy como la empresa de servicios públicos más sólida del país en sus más de 135 años de historia.
En 1988 la Eaab cumplió sus primeros 100 años, sin embargo, para esa fecha presentaba serios síntomas de deterioro que amenazaban la estabilidad del servicio y la de cientos de trabajadores. Ese año la ciudad, con no más de 4,6 millones de habitantes, demandaba 15,82 metros cúbicos de agua por segundo (m3/s), cifra que iba en ascenso descontrolado llegando, en 1992 y con apenas un millón de ciudadanos más, a consumir en promedio, 17,42 m3/s.
En esa época las tarifas de servicios públicos eran uniformes y no reflejaban los costos reales de prestación, existían subsidios cruzados que no siempre beneficiaban a los usuarios de menores ingresos y el consumo de los hogares, las industrias y los comercios crecía de manera desmedida, hecho que la perfiló, en 1992, a una inminente quiebra.
En diciembre de ese año el déficit presupuestal ascendía a $14.000 millones, crisis generada por el desfase de la tarifa, la falta de sincronía entre los ingresos y los egresos, el descuido de los recursos propios y un elevado nivel de servicio de deuda originado por alta concentración de deuda externa.
Con la trayectoria de ser la empresa de agua potable y saneamiento básico más grande del país, no se quedó con los brazos cruzados y, a finales de 1993, estructuró un modelo que predeterminó su viabilidad financiera con base en flujos netos de caja, bajo cuatro escenarios: la simulación de un estado vegetativo sin gestión; un programa interno de rehabilitación institucional con fuertes metas administrativas; refinanciación de la deuda externa con ayuda del Gobierno Nacional durante cinco años; un crédito por US$147 millones pagadero a 12 años y un crédito con el Banco Mundial para el “Programa de Inversiones Santa Fe” por US$250 millones, con contrapartida del 50% y transferencias del sector central para contrarrestar los subsidios tarifarios.
Con la expedición de la Ley 142 de 1994 se estructuraron las tarifas para cubrir los costos reales de la prestación del servicio, reducir subsidios excesivos, mejorar la sostenibilidad financiera, disminuir la dependencia de transferencias del gobierno, invertir en infraestructura con dineros propios, modernizar procesos e implementar tecnologías de micro medición, monitoreo de redes y reducción de pérdidas, además del ajuste institucional que la convirtió en Empresa Comercial e Industrial del Distrito que le permitió evitar la injerencia política, tener autonomía presupuestal y mayor eficiencia, productividad y auto sostenimiento.
Y aunque iba por buen camino, en 1997 ocurrieron dos derrumbes en los túneles que traen el agua desde el embalse de Chuza hasta la planta Wiesner, originando un racionamiento y, frente a las alertas de vulnerabilidad operacional, hizo el revestimiento del túnel que trae el agua de Chingaza, construyó el túnel alterno de Usaquén y entregó en concesión la planta Tibitoc para financiar la adecuación y rehabilitación de la tubería que transporta el agua a la ciudad, modelo que concluyó en 2018.
En 2002, buscando una estructura óptima deuda-capital, se propuso capitalizar las utilidades de la Empresa, mantener los índices de endeudamiento frente al total de activos no superiores a 60% y, debido al riesgo regulatorio, crediticio y electoral, hacer una prefinanciación acelerando el proceso de emisión de bonos y la sindicación de un crédito con bancos locales.
Entre 2004 y 2010 culminaron los desembolsos de la IV y V emisión de Bonos, se logró una exitosa operación de titularización y operaciones de crédito beneficiosas, salvando la joya de la corona de los bogotanos y garantizando que la Empresa, como lo ha hecho durante los últimos 17 años, mantuviera las mejores calificaciones financieras nacionales de largo y corto plazo: AAA (Col) y F1+ (Col).
Calificación que se ha mantenido a pesar de la crisis de agua de 2024, gracias a las operaciones responsables de manejo de deuda, las decisiones tomadas para garantizar el abastecimiento y los planes de inversión futuros para seguir prestando el mejor servicio de agua potable y saneamiento básico del país, con confiabilidad, continuidad y cobertura.
Esta experiencia nos enseñó que, en los más difíciles momentos, si trabajamos de manera articulada con los diferentes sectores y aplicando nuestro conocimiento técnico, podemos superar cualquier crisis por intensa que parezca.