Lo que usted no vio de la construcción del metro de Bogotá
sábado, 20 de septiembre de 2025
Natasha Avendaño
La construcción del metro de Bogotá es, sin duda, la obra de infraestructura más importante en la historia de nuestra ciudad, un proyecto que demoró más de 80 años en llegar desde que se habló por primera vez de su necesidad y que hoy vemos como una realidad que atraviesa gran parte de la capital y beneficiará a millones de ciudadanos día a día.
Como todo proyecto de semejante envergadura, su preparación tuvo que responder a grandes retos, no solo en materia de recursos, también tuvo que enfrentarse a los vaivenes de la política y de los políticos de turno que, como bien es sabido, hicieron hasta lo imposible por imponer sus visiones, muchas de reciente resonancia, con la única intención de echar al traste con lo ya avanzado en cada administración. En cuanto a los desafíos técnicos que implica construir un metro elevado, uno de los más grandes era levantar unas columnas titánicas, enterradas en el suelo, pero sin afectar nuestras redes de acueducto y alcantarillado.
Así fue como, una vez establecidos los diseños de la primera línea, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, Eaab, de la mano con la Empresa Metro de Bogotá, el Consorcio Metrolínea Uno y el IDU, se comenzó a planificar la manera y el lugar a donde se debían trasladarse nuestras enormes redes matrices de acueducto y redes troncales de alcantarillado sanitario y pluvial, sin afectar el normal funcionamiento de la ciudad y de sus habitantes, en especial para los ciudadanos, comerciantes, industrias, colegios y demás sectores vecinos al trazado del proyecto.
Para empezar, nuestras redes fueron diseñadas en tiempos dispares, según las necesidades de crecimiento, expansión y movilidad de la ciudad y, en consecuencia, encontramos tuberías que no se movían hacía más de 60 años, como las instaladas bajo la Avenida Primero de Mayo, y aquellas que ya habían sufrido algún tipo de adaptación como las de la Avenida Caracas, que fueron modificadas a finales de los 90 para la construcción del sistema Transmilenio.
La tarea era puntual: trasladar las redes que hacían interferencia con los pilotes del proyecto Metro y garantizar confiabilidad en la prestación de los servicios de agua potable y drenaje sanitario y pluvial sin interrupción en el desarrollo de las obras.
La planeación de nuestro traslado anticipado de redes empezó en 2017 y su finalización se proyectó para finales de 2021, pero con la llegada de la pandemia por covid-19 y con algunos ajustes a la ubicación de los pilotes, hubo un retraso de dos años más. Finalmente, el 1° de noviembre de 2023, se cumplió con la totalidad de lo planificado, logrando mover más de 6,7 kilómetros de tuberías de acueducto y 9,2 kilómetros de alcantarillado pluvial y sanitario.
Más de $178.000 millones se invirtieron en este proyecto, que requirió la intervención de seis frentes de obra, 12 contratistas e interventorías y el trabajo de más de 1.800 operarios que, en muchas ocasiones, trabajaron en turnos nocturnos para cumplir con los tiempos exigidos.
Y también enfrentamos grandes desafíos, superados de manera coordinada con las empresas involucradas, como el “pulpo” de la Avenida 68 con Avenida Primero de Mayo donde confluían el proyecto Metro, una troncal de Transmilenio, dos vías de carros particulares y buses y, por debajo, nuestra línea Silencio-Casablanca, un tubo gigantesco que transporta el agua desde la Planta Wiesner hasta el sur de Bogotá y que logramos proteger con ingeniería, sin exceder costos y garantizando que el servicio siguiera prestándose de manera normal.
Este trabajo titánico evidencia que es con coordinación, gestión técnica y buena voluntad como se logra ejecutar este tipo de macroproyectos, que beneficiarán a más de 10 millones de personas y dejarán una positiva e imborrable huella en la ciudad, lejos de posturas políticas o ideológicas, pues la obligación de quienes hacemos parte de un gobierno es poner siempre por encima el bienestar de los ciudadanos.