Analistas 23/09/2024

Alianzas por el talento femenino

Núria Vilanova
Presidente de ATREVIA

Una asignatura pendiente en la mayoría de las sociedades es construir una visión positiva de la diversidad (ya sea de género, generacional o cultural) como un elemento vital para consolidar democracias, combatir la intolerancia y prevenir el populismo. Pero, además de todo eso, hoy la diversidad es imprescindible para crecer económicamente, de forma que debemos promoverla en todos los ámbitos para ganar competitividad.

Me centraré en uno de ellos: en la diversidad de género y sus efectos económicos, en todo lo que podría aportar la plena integración de la mujer al mercado laboral, incluidos trabajos más cualificados y de mayor responsabilidad en las empresas. Sin ellas nunca tendremos una visión completa de la realidad de nuestra organización y, por tanto, no podremos mejorarla.

Como fundadora de una consultora de comunicación presente en 15 países, con mayoría de empleo femenino y promotora del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica, he aprendido que, en igualdad, por encima de dogmatismos, lo importante es avanzar.

Aunque los datos mejoran año a año, confirman que hay margen para crecer en Colombia. El desempleo en mujeres es de 13,9% frente a 8,3% de los hombres; el empleo informal también es más alto entre mujeres; el índice de pobreza está 13 puntos por encima; por cada 100 hombres trabajando solo hay 73 mujeres y, aún hoy, un tercio de las mujeres no tiene ingresos propios.

Estos indicadores, similares o con mayores brechas en gran parte de Latinoamérica, revelan que alcanzar la igualdad real y efectiva de las mujeres tendría un impacto exponencial en el PIB de Colombia y de toda la región. Hablamos de 18 millones de mujeres desempleadas en Iberoamérica y cada una de ellas, como afirmó la exvicepresidenta de Colombia Martha Lucía Ramírez, podría aportar hasta 2.000 euros al aparato económico.

Acelerar este proceso pasa por tres claves. La primera, lograr que haya más mujeres emprendedoras y en puestos de dirección de empresas, ya que su trabajo tiene un efecto multiplicador en igualdad, y las transformaciones para tener éxito tienen que comenzar desde dentro. La segunda, visibilizar todas las ventajas que aporta el liderazgo femenino, para que lo excepcional sea cotidiano. Y, por supuesto, generar alianzas desde todos los niveles (personas, empresas, gobiernos u organismos internacionales) porque todo suma.

Hace años afirmé que toda mujer debería ayudar al menos a otra mujer. Después añadí que todo hombre y toda mujer deberían ayudar por lo menos a una mujer. Y hoy tengo la convicción de que es necesario extender ese apoyo a todos los espacios donde sea posible. De ahí mi empeño en conectar personas, instituciones y administraciones por la igualdad de la mujer.

Y siempre con una misma meta: que para llegar a un mismo destino, el camino que tenga que recorrer una mujer no sea más largo o complicado que el de un hombre. Ser emprendedora debe ser una decisión solo profesional, donde los condicionamientos personales pesen igual para hombres y mujeres. Porque lo que es indiscutible es que los resultados que consigue una mujer igualan y, en muchas ocasiones superan, a los que obtiene un hombre.

Avanzar en igualdad es cosa de todos, y sin las mujeres nunca lograremos índices de crecimiento suficientes para reducir desigualdades a través de políticas de educación y empleo. Impulsar alianzas por el talento femenino es una de las mejores formas de construir futuro. Y uno de los mensajes que trasladaré a los cinco presidentes de países latinoamericanos con los que me reúno esta semana en Nueva York.

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