Captar talento, factor clave para el crecimiento
La semana pasada moderé un debate sobre el talento, organizado por la Unión Ciudades Capitales Iberoamericanas, que agrupa a 29 urbes (entre ellas Bogotá y Madrid) que suman más de 76 millones de ciudadanos. Una prueba de que la gestión, atracción y retención del talento ya ocupa un lugar destacado dentro de la agenda política, considerado como un factor de competitividad entre continentes, países, regiones, ciudades y, por supuesto, empresas. Y como en otros muchos ámbitos, las reglas del juego están cambiando.
Aunque vivamos en un mundo hiperconectado (o precisamente por ello) la movilidad humana ha ganado protagonismo. Sobre todo en sectores relacionados directamente con el conocimiento o la investigación. Por ejemplo, Stellantis, tercer fabricante de coches del mundo, está reduciendo su plantilla de ingenieros en Europa y contratando miles de ellos en China e India. Otra tendencia al alza son los nómadas digitales. Buenos Aires, Medellín o Valencia son algunas ciudades que están atrayendo a estos profesionales con un alto poder adquisitivo y capacidad para generar valor añadido.
Además, estos fenómenos van a ir a más. La democratización de la IA nos va a liberar de tareas rutinarias lo que nos va a permitir concentrar el talento en innovar, en hacer más eficientes los proyectos que emprendamos y más sostenibles los modelos productivos. Y para ello elegiremos el espacio que reúna las mejores condiciones. Si la globalización primero supuso una redistribución de la producción, ahora está acelerando la deslocalización del talento y la innovación.
Si analizamos la situación mundial desde cualquier óptica, geopolítica, demográfica, cultural, o incluso de la reserva de recursos naturales, es el momento de Iberoamérica. La asignatura pendiente es retener y captar talento.
Hoy, las ciudades concentran el 56% de la población, pero generan el 80% del PIB mundial: la prueba de que concentración y conexión del talento impulsa el crecimiento. En el caso de Iberoamérica, varias de sus capitales (incluida Bogotá) superan los 8 millones de habitantes, más que algunos estados. Además, tiene a su favor una población joven que acumula talento y capacidad emprendedora: 32 millones de estudiantes universitarios, 4,5 millones de graduados anuales y más de 40 unicornios.
Estos indicadores juegan a nuestro favor y deben convertirse en crecimiento, el reto colectivo de toda Latinoamérica. Porque la tasa de desempleo entre los jóvenes latinoamericanos de entre 15 y 24 años es del 14 %; cerca de 20 millones no estudian ni trabajan y uno de cada dos empleos es informal. El resultado: salarios bajos, altos índices de pobreza y desigualdad y un freno a la productividad.
Esta falta de expectativas explica que 20 millones de latinoamericanos vivan fuera de su país de origen. Una pérdida que debemos frenar mediante un mejor acceso a la formación cualificada, creación de empleo, reducción de la burocracia e incentivos fiscales para emprendedores e inversores. Políticas públicas consensuadas con las empresas, para que respondan a las necesidades del mercado y se traduzcan en crecimiento. Solo así evitaremos la fuga de capital humano.
Y todo lo dicho es replicable a toda organización (universidades, administración pública y empresas). Porque si queremos crecer, lo primero es generar, retener y atraer talento, pues el que no aprovechemos nosotros, lo aprovecharán otros. En conclusión, hoy, más que nunca, invertir en talento es una operación indispensable en cualquier ecuación del crecimiento.