Los políticos, empresarios y artistas están permanentemente expuestos al escrutinio público. En el caso de los artistas, resulta lógico que se comporten de forma distinta al resto de las personas, pero los políticos y empresarios estamos obligados a ser muy escrupulosos con las formas.
En la comunicación hay dos vertientes que debemos tener muy en cuenta: la expresión verbal, que desgranamos a partir de nuestro discurso y los textos que elaboramos, y la comunicación no verbal y paraverbal, que se corresponde tanto con nuestros gestos y entonación como con nuestra apariencia o vestuario.
El traje conforma un conjunto de códigos y referentes que define cómo somos y cómo trabajamos. Cuando acudimos al hospital, una bata blanca nos indica que estamos ante un doctor. Él tiene, para nosotros, todo el conocimiento que presuponemos en esta materia. Y lo mismo ocurre en el resto de las profesiones. El traje, el uniforme y una determinada manera de comportarnos, nos remite a un sentimiento de ‘expertisse’ y de profesionalidad.
Al hablar de formas no me refiero exclusivamente al modo de comportarnos, sino a la forma en que los demás nos perciben. Ya se sabe, no sólo hay que ser la mujer del César, también hay que parecerlo. Por otra parte, cuanta mayor es nuestra proyección pública, mayor es esta necesidad. En algunos casos, sobre todo con las personas de mayor notoriedad, la crítica del público puede incluso generarse por un no confeso deseo de pillar al famoso en un descuido y ‘bajarlo’ del pedestal.
Por suerte, la realidad a la que cotidianamente nos enfrentamos no es tan dramática, pero no debemos bajar la guardia. En 2009, durante los actos de conmemoración del desembarco de Normandía, el expresidente francés Nicolás Sarkozy utilizó un pequeño atril para situarse a la misma altura que Barack Obama, con quien compartía el acto. Fue una decisión fútil, que no hubiera tenido mayor trascendencia de no ser porque un fotógrafo buscó un ángulo diferente al que se había previsto y publicó una foto que dio la vuelta al mundo.
Éstos y otros ejemplos son los que los expertos en comunicación analizamos para aconsejar a los portavoces, sean empresarios o políticos, como comportarse delante de una cámara o ante un gran auditorio. Por ejemplo, cuando acudimos a la televisión, ¿sabe usted lo que más impacta de nosotros? Primero nos ven, después nos oyen, a veces nos escuchan y, en ocasiones, nos comprenden.
Por tanto, la imagen entendida tanto por lo que vestimos como por cómo nos comportamos, es fundamental. Si va a realizar una entrevista, empatice con el entrevistador y, por supuesto, con la audiencia. Yo siempre recomiendo dejarse aconsejar por los expertos. Si le ofrecen maquillaje, acéptelo; si le aconsejan que mueva menos las manos, hágalo; Y mire siempre al entrevistador o al interlocutor. Piense que detrás de esa persona está su audiencia con quien debe conectar.
Algunas personas rechazan la comunicación no verbal y consideran que lo importante es el fondo, lo que dicen, y no las formas. Pero deberían pensar que la forma de decir las cosas acompaña al propio discurso, y al contrario. Fondo y forma llenan un texto de contenido y evitan que quede vacío. La intervención de Sarkozy, a la que me referí anteriormente, fue seguro muy interesante, pero ha prevalecido la anécdota. Por eso, hay que analizar la comunicación en su conjunto, para que nos ayude a transmitir mejor el mensaje.