El pasado miércoles rendimos homenaje al empresario colombiano Jaime Gilinski, galardonado con el VIII Premio Enrique V. Iglesias. Lo hicimos durante el V Congreso del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica que, bajo el título ‘Innovación y Oportunidades en tiempos de incertidumbre’, acabamos de celebrar en República Dominicana.
Se trata, precisamente, de un galardón destinado a reconocer a quienes han contribuido a la evolución y desarrollo de esa realidad económica, social y cultural que es Iberoamérica. Es el caso de los empresarios que lo han recibido anteriormente, como el argentino Alejandro Bulgheroni, la española Ana Botín o el panameño Stanley Motta, quien, precisamente, nos recordó a los presentes -a través de una palabras leídas por el director de este diario, Fernando Quijano- que Jaime Gilinski merece este homenaje por una forma de hacer negocios basada en el “multilateralismo, el libre comercio y la inversión”.
Porque este empresario colombiano ha sabido identificar en esta región oportunidades de negocio que ha transformado -arriesgando su capital- en progreso. En sus propias palabras, “invertir en tu región es la mejor prueba de compromiso y responsabilidad”. En su caso, estamos hablando de más de US$2.800 millones en un conglomerado de empresas que sostienen 140.000 puestos de trabajo. Eso es generar oportunidades, empleo y riqueza compartida.
Un largo camino que comenzó hace ya varias décadas y que incluye hitos como la compra del Banco de Colombia, u operaciones como la adquisición de los grupo Nutresa y Sura, a las que pronto se podría sumar el Grupo Argos, el holding de infraestructuras que elevaría las inversiones totales a más de $3.800 millones de euros.
Sin duda, empresarios como Jaime hacen que Colombia esté creciendo a 10%. Pero conozcamos algunas claves de ese éxito. En primer lugar, la audacia, entendida como ausencia de límites: si algo es posible, hay que intentarlo. Una actitud constante en su trayectoria. Otra es el liderazgo y el trabajo en equipo, cualidades que exigen tener ilusión en lo que se hace y saber contagiar ese entusiasmo a quienes te rodean. Y, en el caso de Jaime Gilinski, ese equipo comienza en su mujer, en sus padres y en sus tres hijos. Los hechos demuestran que integrar la vida familiar y profesional en un mismo proyecto fue una decisión inteligente.
Otra constante en estos 45 años de ejercicio profesional ha sido la anticipación y el afán de superación. Porque lo difícil no es llegar, sino mantenerse y seguir creciendo. Porque, como le dice la Reina Roja a Alicia a través del Espejo “para quedarte donde estás tienes que correr lo más rápido que puedas. Si quieres ir a otro sitio, deberás correr, por lo menos, dos veces más rápido”. Y eso es lo que ha hecho Jaime Gilinski desde que se puso al frente del grupo que creó su padre y que hoy está presente en Colombia, Panamá, Paraguay o Perú, entre otros países de la región.
Y a todo ello se añade una vertiente social a la que destina parte importante de su talento: la Fundación Vida Raquel K Gilinski.
En resumen, Jaime Gilinski es un perfecto ejemplo de lo que significa creer y crear Iberoamérica a través de las empresas. Sus hechos hablan por sí mismos, y son la mejor carta de presentación de esos empresarios que se crecen ante la adversidad, como lo ha sido la peor pandemia de los últimos cien años. Empresarios que están dispuestos a sumar esfuerzos en proyectos comunes y que no dudan en identificar y apostar por esta región como un espacio de encuentro y convivencia propicio para emprender negocios.