En los últimos meses me he referido en varias ocasiones al III Congreso del Consejo Empresarial Alianza por Iberoamérica (Ceapi), que finalmente se celebró la semana pasada en Madrid, superando todas las expectativas. Una buena noticia para todos aquellos que formamos parte de esa realidad social, económica y cultural que es Iberoamérica; un mercado formado por 23 países -si incluimos a Puerto Rico-, que suman 680 millones de habitantes.
Esa realidad ha estado representada en el Congreso por más de 550 empresarios, de los cuales 300 cruzaron el Atlántico y entre los que se encontraban 20 de las primeras fortunas de la región, según Forbes. Y es que Ceapi se ha convertido en una voz autorizada en lo relativo al mundo empresarial en Iberoamérica. Por ejemplo, solo los socios españoles de esta Alianza alcanzan una facturación conjunta superior a los 125.000 millones de euros (12% del PIB de mi país) y sostienen 600.000 empleos.
Estos datos manifiestan la transcendencia de unas jornadas en las que se han trazado las líneas que marcarán el futuro de las empresas iberoamericanas. Un trabajo que se ha resumido en un manifiesto que señala los principales desafíos inmediatos de nuestras empresas. Frente aquellos retos más transversales en los que, si bien las empresas deben ser un motor del cambio tienen que ser abordados por el conjunto de la sociedad, como el mayor protagonismo de la mujer, la lucha contra el cambio climático, la transformación digital, o una educación orientada al mercado laboral, me centraré en los de carácter más empresarial.
Me refiero a aspectos que enlazan con la razón de ser de las empresas, entendidas como entidades en las que capital y trabajo generan valor añadido y riqueza compartida. Cambios que solo pueden impulsarse desde dentro. El primero de ellos es la necesidad de conectar las empresas con la sociedad, compartiendo valores. Dentro de poco no habrá sitio para aquellas compañías que asuman como única responsabilidad y modelo de gestión el aumento de beneficios para dueños y accionistas. Quienes actúen así exclusivamente sentirán el rechazo del mercado. En esa línea, las empresas tenemos que dar un paso al frente, apoyando activamente el progreso de la sociedad, especialmente de los colectivos más vulnerables, mediante programas de apoyo a la educación, la cultura o el deporte.
El segundo aspecto pasa por hacer del buen gobierno corporativo, la transparencia y la rendición de cuentas las señas de identidad del sector empresarial. Es el mejor antídoto frente a una corrupción que deteriora la confianza de la sociedad en las instituciones y lastra la credibilidad de aquellos gobiernos que no combaten con suficiente firmeza ese fenómeno. Y es que los empresarios somos los primeros que necesitamos un clima de estabilidad política y financiera que atraiga inversión y dé seguridad a quienes emprenden un negocio.
Si los empresarios hacemos nuestros deberes; si adaptamos nuestras organizaciones a los principios y valores que rigen la sociedad del siglo XXI; si actuamos con transparencia y rigor, podremos exigir a las Administraciones de los Estados más cooperación con nosotros. Será el momento de poner el acento en aquello que nos une, que es mucho más de lo que pensamos, hasta construir juntos una agenda de proyectos y metas comunes. Ha llegado el momento de que los gobiernos de toda Iberoamérica comprendan que el futuro de sus empresas es el futuro de sus países. Una meta en la que Ceapi nunca dejará de trabajar.