Hacer previsiones siempre es difícil. La globalización económica, por ejemplo, ha acabado siendo un fenómeno con un impacto superior al previsto. Solo entre 2000 y 2017, la inversión extranjera directa (IED) acumulada en todo el mundo creció 330%, hasta situarse en US$32 billones. Casi 20 veces más que todo el PIB de España en 2018.
Son unos datos en los que Latinoamérica también tiene mucho que ver. Desde 2010, la IED acumulada de la región ha crecido 60%, hasta superar los US$655.000 millones. Solo en 2018, las inversiones exteriores de la región en el mundo superaron los US$38.225 millones y, en concreto, en Colombia la IED emitida rebasó los US$5.122 millones (un 40% más que en 2017), hasta situarse como tercera potencia inversora de toda Latinoamérica.
Esta actitud de abrirse al exterior (y no solo desde el vector inversor) ha favorecido el desarrollo económico y social de toda la región. En apenas 25 años, el comercio exterior de los países latinoamericanos se ha multiplicado por 14; más de 66 millones de personas se han incorporado al mercado laboral y la renta media per cápita se ha cuadruplicado.
Estos indicadores y argumentos nos confirman que explorar nuevos mercados ha sido bueno para la Latinoamérica. Sin olvidar que la decisión de desembarcar en nuevos destinos a miles de kilómetros desvincula la estricta relación entre crecimiento económico y aspectos como la estabilidad política o la demanda interna. Estas son algunas de las conclusiones del ‘Global Latam 2019’, un documento elaborado por la Secretaría General Iberoamericana y el Instituto de Comercio Exterior de España.
Dicho estudio también pone de manifiesto otra realidad: la importancia que han adquirido para España las inversiones procedentes de Latinoamérica, hasta situarse como principal destinatario entre los países de la Unión Europea, con una IED acumulada, más las inversiones realizadas por multinacionales que ya operan en nuestro país, que supera los US$62.118 millones.
Todo ello confirma que España y Latinoamérica son dos mercados cada vez más relacionados, en los que, gracias a una confianza mutua y recíproca, el capital circula en ambos sentidos. Y este es el rumbo a seguir. Cruzar el Atlántico, da igual desde la orilla que se haga, es una buena decisión para todas las empresas que, con independencia de su tamaño, necesitan nuevos mercados para seguir creciendo.
Eso sí, sin olvidar que cada mercado tiene su idiosincrasia y es necesario asesorarse. Y que una vez emprendido el camino, la experiencia ayuda. En Atrevia lo sabemos bien: estamos presentes en más de 15 países y tenemos socios por todo el mundo. En todo camino, por largo que sea, hay que dar un primer paso. Y animamos a todas las empresas latinoamericanas que no lo hayan hecho ya a que pierdan el temor a ese primer paso.
En definitiva, los procesos disruptivos que afectan a los sistemas productivos; los nuevos servicios vinculados a transformación digital; una pujante industria cultural y de ocio o la sostenibilidad como factor irrenunciable de progreso impulsan esta nueva etapa de intercambio comercial y económico entre España y Latinoamérica. Después de más de 500 años de historia compartida, hoy estamos reescribiendo nuestra forma de relacionarnos. La sociedad civil, los ciudadanos, y las empresas estamos acortando distancias y creando nuevos puentes antes de que lo hagan los propios gobiernos. Y es que cada día nos necesitamos más. Y cada día más estamos más cerca.