Cuando se acerca el 12 de octubre, quiero compartir unas reflexiones al hilo de una colaboración que me solicitaron para un libro sobre cómo los emprendedores afrontamos la globalización, y que es interesante tener presentes.
En España era habitual la expresión popular ‘hacer las Américas’. Tres palabras que lo explicaban todo: desde quién tenía hambre y buscaba una oportunidad hasta quien huía de una guerra civil o necesitaba aprender. Muchos de nuestros antepasados vivieron esta experiencia, hasta el punto de que numerosos latinoamericanos son hoy descendientes de estas personas valientes que nos enseñaron un camino que ahora es de doble dirección: ‘hacer las Américas, hacer las Españas’.
Hoy, España recibe lo mejor de Latinoamérica; personas que buscan cumplir aquí su sueño. Un proceso que se ha acelerado en las últimas décadas y que comenzó por quienes llegaban en busca de un trabajo para ayudar a sus familias y que han sido ejemplo de integración. Después se sumaron empresarios dispuestos a invertir en España y hacer crecer desde aquí sus empresas por todo el mundo. Y, por último, las generaciones más jóvenes. Tenemos el privilegio de estar educando a muchas de las élites económicas e intelectuales que antes iban a EE.UU. y que, hoy, gracias a decisiones personales, programas de becas -aún escasas- o al esfuerzo de autofinanciarse sus estudios, eligen España.
El resultado es que muchos latinoamericanos han encontrado en España su segundo hogar, dónde disfrutar de una sociedad y cultura abiertas, pero también un espacio adecuado para instalar su negocio, acogiéndose a que España tiene más convenios de doble imposición que ningún otro país de la región y que, al ser parte de la Unión Europea, ofrece un alto nivel de seguridad jurídica y estabilidad monetaria.
Personas que llegan de Latinoamérica con fuerza, ilusión y ganas de dejar huella como empresarios, inversores, investigadores y líderes que hoy marcan la diferencia. Por ejemplo, muchos propietarios de grandes empresas iberoamericanas son descendientes de españoles que hoy recorren el camino inverso, como los colombianos Jaime Gilinski, Omar González, Yonatan Bursztyn, Cesar Caicedo o Eduardo Pacheco, confirmando que la mejor prueba de que Iberoamérica existe son sus empresarios.
Cuando, en palabras de Carlos Slim “afrontamos no una época de cambios, sino un verdadero cambio de época”, marcada por un nuevo mapa geopolítico, un nuevo modelo energético o la irrupción de la IA, una vez más la sociedad civil va por delante de la política, abriendo camino al encuentro. Desmentimos con hechos realidades paralelas que algunos políticos se empeñan en construir en torno a una foto fija del pasado, pero que no se corresponden con el presente: un intenso entramado de relaciones empresariales, culturales y sociales que sostiene la comunidad iberoamericana.
Los iberoamericanos somos herederos de un legado construido por muchos países y culturas durante siglos, que debemos ampliar y transmitir a las nuevas generaciones. Porque más allá de la política, somos un espacio cohesionado y con una entidad propia, que suma más de 685 millones de personas con un prometedor futuro.
Mientras algunos pretenden enfrentarnos, es momento de dar un paso al frente y compartir nuestro orgullo de ser iberoamericanos; de creer, crear y crecer juntos en un mundo que por muchas razones, nos necesita más que nunca. ‘Hacer Iberoamérica’ es lo que, de alguna forma, sentimos los que vamos de país en país con nuestras maletas de cabina a cuestas.