RSC: peces grandes en ayuda de peces chicos
Suele decirse que el pez grande se come al chico. Pero este tópico está cambiando en algunos aspectos del mundo empresarial. Sobre todo en aquellas empresas que tienen interiorizado en su ADN el impulso a la Responsabilidad Social Corporativa (RSC). Grandes ausentes en América Latina hasta hace un par de lustros, las políticas de RSC se han convertido hoy en un pilar importante de la actividad de muchas compañías. Cada vez es más palpable la preocupación empresarial por cuestiones como el comportamiento ético, la buena gobernanza, las condiciones laborales, el impacto en el medio ambiente, el empleo de colectivos menos favorecidos o el desarrollo de áreas sociales, de salud y de educación. Y también de emprendimiento.
Las empresas se han dado cuenta de que la RSC tiene incidencias positivas directas e indirectas en múltiples terrenos. En el ámbito político, es antídoto contra populismos y apuesta que favorece la competitividad. Crear empleo formal, bien preparado y remunerado, incrementa la productividad y añade valor al producto ofertado. Todo ello redunda en el ámbito social: promueve la integración y la cohesión a la vez que disminuye la pobreza y la desigualdad.
Los países latinoamericanos, desde su idiosincrasia, han avanzado en RSC, en especial Brasil, Colombia, México, Chile y Perú. Así, las cementeras mexicanas impulsan la construcción de casas dignas; ArcelorMittal México contribuye a luchar contra adicciones en jóvenes y LAN Perú tiene un plan de recuperación de espacios públicos. En Colombia destaca la labor de fundaciones como Corona o la propia Asociación de Fundaciones Empresariales. Un informe en este mismo diario destacaba la labor social impulsada en RSC por 15 empresas radicadas en Colombia, entre ellas Ecopetrol, Bbva, ExxonMobil, Pacific Exploration and Production, Jumbo, Fedecafé, GM Colmotores, Claro o Grupo Éxito.
Sin embargo, es mucho el trabajo que queda por delante en un momento en el que la forma de desarrollar la RSC también explora nuevas vías. Antes las empresas volcaban su esfuerzo en mecenazgo cultural, impulsando proyectos poco institucionalizados y personalistas. Después, las empresas latinoamericanas, a diferencia de las europeas, sustituyeron al Estado, intentando llegar donde las administraciones no podían, con programas de apoyo a la salud, alimentación y la educación. Así, por ejemplo, algunas petroleras y mineras peruanas han asumido la creación de centros sanitarios, escuelas y hasta carreteras.
Hoy, las compañías comienzan a asumir otro reto en su RSC: respaldar a los emprendedores y el crecimiento de las pyme. El apoyo al emprendimiento para la creación de pyme competitivas y productivas con capacidad innovadora y de internacionalización se perfila como una gran oportunidad. Contar con buenas pyme se transforma así en la mejor acción de RSC y en un ejemplo de colaboración dentro del ámbito privado y en el terreno de la cooperación público-privada. La región es modélica en cuanto a emprendedores y a tipos de emprendimiento, pero se necesita encauzar eso para que sea sostenible en el tiempo y ambiental y económicamente viable. En muchos países, pese a que 80% de las empresas son pyme, apenas aportan 40% del PIB. Su tamaño les impide invertir en tecnología, innovación e internacionalización.
En España se ha consolidado una iniciativa innovadora que puede servir como modelo y guía de cómo apoyar a las pymes dentro de la RSC de las grandes corporaciones. Empresas como Telefónica, Bbva o Repsol han diseñado programas de apoyo a emprendedores a fin de ayudarles a crecer y evitar ese fatídico porcentaje de muertes de las nuevas empresas en sus tres primeros años de vida. Otra iniciativa, del Consejo Empresarial de la Competitividad y del Instituto de Empresa Familiar, ha sido apadrinar pyme para contribuir a su internacionalización. De esta forma, se logra dar la vuelta al dicho: el pez grande no solo no se come al chico, sino que le ayuda a crecer en beneficio de todos.