Los poco más de 25 años transcurridos desde que Internet llegó a nuestras vidas han estado marcados por una comunicación más directa; la desaparición de intermediarios (como, por ejemplo, las agencias de viaje) o por la aceleración de los cambios. Vivimos en la sociedad de la innovación. Hemos pasado del Internet de las personas al Internet de las cosas (5G), donde las máquinas se comunican entre ellas. El siguiente paso, como explicaba recientemente, será la Web 3.0, impulsada conjuntamente por Gavin Wood, líder de Polkadot, y Frank McCourt, padre del proyecto Liberty. Un nuevo paradigma basado en el blockchain que, por primera vez, afecta a la arquitectura de datos, sustituyendo un sistema centralizado en servidores, por otro descentralizado y gestionado en red, transparente, resiliente e inmutable. Una revolución que, para entender su impacto, hace posible que la información deje de pasar por los servidores de grandes corporaciones como Google o Facebook, y empodera al usuario como gestor de sus datos.
Más allá de ámbitos de negocio como las criptomonedas o los contratos inteligentes, a efectos de comunicación, las Organizaciones Autónomas Descentralizadas (DAO) harán posible que las redes sociales (sus contenidos, funcionamiento, organización y estructura) sean gestionadas por los usuarios. En un futuro ideal, existirá un libro de registro de la actividad de la comunidad mantenido por los participantes y, lo más importante, nadie será propietario de los datos y cada uno será responsable de los suyos.
También afectará a todas organizaciones públicas y privadas, pues permite y facilita gestionar la identidad de los usuarios de forma descentralizada fehaciente y transparente; evita la manipulación; garantiza la trazabilidad de las transacciones e informaciones y certifica todo lo que sucede, además de ser un sistema y medio de pago.
Un nuevo entorno en el que tendremos que aprender a desenvolvernos y, sobre todo, a ser competitivos, como ocurrió con Internet en los 90, frente a nuevos productos, servicios y operadores. Al mismo tiempo, países y gobiernos deberán legislar para garantizar la seguridad jurídica y facilitar la creación de riqueza y empleo de un proceso disruptivo digital, pero también económico y social.
Y, por supuesto, la Web 3.0 traerá nuevas formas de comunicar. Las organizaciones deberán revisar su posicionamiento estratégico; fortalecer su compromiso con la sostenibilidad, la transparencia o el buen gobierno; adaptar su relato a nuevos canales, formatos y mensajes y explorar nuevas formas de relacionarse con sus grupos de interés, incluidos unos clientes/usuarios empoderados con los que se mantendrá un vínculo más estrecho y en igualdad. El lado positivo es que clientes y usuarios pasarán de ser destinatarios finales de productos y servicios a ser cocreadores, colaboradores y parte de la cadena de valor de nuestro negocio.
Ningún sector se va a librar de esta transformación llena de oportunidades, pero también de riesgos para quienes no se adapten al nuevo paradigma. Es tiempo de poner el contador a cero y reinventarse. Comencemos por entender estos cambios; por estudiar como afectarán a nuestro negocio y actividad; por ampliar nuestra oferta de valor y por definir nuevas alianzas con nuestros grupos de interés que potencien ese intercambio de valor. Todo ello exige cambio de mentalidad, asesoramiento y estrategia, porque el futuro no se imagina, se construye. Que nadie lo haga por nosotros: seamos protagonistas de la transformación.