Hace unos días, Venezuela sufrió otra noche de caos causada por una falla eléctrica masiva que la sumió en la oscuridad, afectando Caracas y al menos 18 de los 23 Estados del país. Maduro atribuyó el nuevo apagón a un supuesto “ataque de carácter electromagnético.”
Además, el FMI anunció un recorte de las previsiones económicas para varios de los países del mundo. El mayor recorte fue para Venezuela quien cerró 2018 con una caída del PIB de 25% y este año su economía sufriría una reducción del 35%. Para colmo de males, la inflación sigue en la inimaginable cifra de 10.000.000%
Semanas atrás, la ONU instó a Nicolás Maduro a detener las “graves violaciones a los derechos humanos”. Con ocasión de la visita de la alta comisionada Michelle Bachelet, la ONU denunció abusos sistemáticos y alrededor de 7.000 muertes en el último año y medio por “resistencia a la autoridad.”
Mientras el gobierno sigue culpando descaradamente a la cacareada conspiración internacional, las familias siguen cargando botellas gigantescas de plástico en busca del agua potable que no ha podido ser bombeada en los barrios, los servicios de salud están colapsados y las personas mueren de hambre. La hecatombe política, social, económica y moral después de 20 años del régimen chavista no tiene precedentes en el contexto global.
En el último reporte de la Agencia Internacional de Energía, la alerta sobre su situación energética parece cada vez más preocupante. Las fallas en el sistema eléctrico desde marzo han paralizado la economía del país. Los expertos prevén que la situación continuará debido a la vulnerabilidad del sistema por falta de inversiones, mantenimiento y el poco respaldo que reciben las hidroeléctricas de las plantas térmicas.
Y si llueve en el sector eléctrico, en la industria petrolera no escampa. La producción de crudo descendió a niveles históricos, llegando a 730.000 barriles promedio día, una cifra muy lejana a los 3 millones de barriles que producía hace algunos años. Esto es producto de las expropiaciones y los sustanciales cambios de las reglas de juego que alejaron la inversión, así como de la pérdida de talento y de capacidad técnica y gerencial que ha sufrido Pdvsa desde el paro petrolero de 2003.
Queda demostrado, una vez más, que la energía es equidad y progreso, y que tener un sistema eléctrico confiable y seguro, y contar con una industria de gas y petróleo competitiva y eficiente es fundamental para el desarrollo de cualquier país, especialmente de Venezuela que ha dependido desproporcionalmente de los ingresos petroleros.
Esta crisis es un mensaje claro para Colombia: no se deben subestimar las iniciativas populistas contra la industria energética y tampoco se puede olvidar lo que tenemos. En nuestro caso, un sistema eléctrico que, desde comienzos de los años 90, ha construido una de las matrices más sólidas del mundo, reconocida por su sostenibilidad, y una industria energética que ha apalancado el desarrollo, generando empleo, cuantiosos recursos fiscales y brindando seguridad energética.
Todo esto ha tomado años en ser construido y debemos hacer todos los esfuerzos para mantenerlo dentro de la transformación energética que lidera el Gobierno nacional.
Esta semana se cumplieron 6 meses desde el día en que Juan Guaidó se juramentara presidente interino de Venezuela apoyado por más de 50 países. Su fórmula es clara: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Su ejecución, sin embargo, no ha resultado ser tan simple. Solo la presión internacional y la determinación del pueblo venezolano y sus líderes pueden sacar a Venezuela de la oscuridad.