Aprendizaje-servicio llena de esperanza
En el marco de una nueva manera de comprender la apuesta educativa en sus distintos niveles de formación, nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene para el logro del aprendizaje de los estudiantes el que estos desarrollen experiencias formativas en diversos ambientes. El ambiente de aprendizaje viene a ser ese escenario significativo que, desde la pedagogía y didáctica aplicada, permite una interiorización integral de las potencialidades de los discentes. Es importante que los estudiantes aprendan con sentido y conscientes de que estos aprendizajes tienen un impacto social en pro de la construcción de nuevas maneras de convivencia y de hacer posible el tan anhelado desarrollo humano y sostenible.
En el contexto de un mundo híbrido, pero también desde la perspectiva de la flexibilidad curricular, y de un proceso educativo centrado en el estudiante, es necesario que existan diferentes escenarios donde se puedan internalizar las competencias y las habilidades siempre con el propósito de que estas cobran mayor relevancia cuando se ponen al servicio de los demás. Apostamos por un perfil de estudiante y de egresado hacia ese rumbo.
Algunos estudiosos de los cambios en el contexto actual hablan de una nueva visión de las instituciones educativas, particularmente de las Instituciones de Educación Superior (IES). El cambio es real y pareciera que la tempestad nos envolviera. No son tiempos fáciles. No acabamos de salir de la pandemia del covid-19, cuando ya estamos viviendo incertidumbres económicas atizadas por la guerra en Ucrania. Por esta razón, debemos vencer esa inercia de dar media vuelta en la cama y esperar a que pase la tempestad repitiendo aquella frase que se atribuye a Mafalda, “paren el mundo que me bajo”. En este contexto, nuestras IES tienen la obligación ética de ser escenarios para la construcción de la esperanza.
Desarrollar la esperanza en la vida de tantos estudiantes que debe alimentar la sensibilidad integral (mente y corazón, también las manos) para dejarse interpelar y conmoverse por tantas situaciones de muerte y miseria, y que no pueden evadir, escapar o mirar de modo trivial. Nuestros estudiantes, futuros egresados de Colombia y del mundo entero, están invitados a dirigir sus miradas en todo lo que concierne al ser humano, y en esa posibilidad de construir la fraternidad como algo permanente.
Desarrollar los aprendizajes que demandan vivir este principio de la esperanza se afianza en esa capacidad que tienen las IES de situar al estudiante frente a la persona y al mundo como realidades inacabadas, que están allí para ser construidas. Pero también se fortalece esta esperanza en la medida en que el reconocimiento permite que brote del corazón y de la mente de los estudiantes esa capacidad de ser educables.
Para que todo esto suceda en la vida de nuestros estudiantes se hace necesario incorporar este enfoque educativo de aprender sirviendo y haciendo. No se trata sólo de una técnica pedagógica, sino de unos principios éticos educativos. Un enfoque que no es nuevo, pero que hoy cobra tanta importancia en la apuesta de la educación superior que no solo está llamada a ser el camino de respuesta a las preguntas que angustian a los estudiantes y a toda la sociedad en general, sino también a presentar una vía para salir de esos sufrimientos que lo invaden todo.
Solo aprender sirviendo, haciendo podrán los estudiantes -y también los profesores que los acompañan en el proceso- encontrar de modo creativo e innovador la respuesta más adecuada. Se trata de ir haciendo nuestros los aprendizajes que acrecientan la esperanza para construir otras lógicas más fraternas y solidarias por el bienestar de todos. Es importante conectar la vida de los estudiantes con las necesidades reales de la sociedad para que sintiéndose exhortados encuentren la respuesta apropiada hacia la transformación.