Educar y acompañar a las familias
En la sociedad “postmoderna” vivimos momentos complejos en torno a la familia como célula básica de la sociedad. Basta mirar a nuestro alrededor o en nuestras propios ambientes personales para experimentar cuanta necesidad tenemos de renovar el compromiso por la reconstrucción de la vida familiar. Quizá, este es el reto más grande de todo el ecosistema social del país y del mundo entero. De allí que sea prioritario dedicar la atención a la familia en su educación y acompañamiento con un enfoque preventivo, que permita a muchos jóvenes valorar la vocación y el destino propio como un camino familiar.
Es en la vida familiar, a través de las tareas sencillas de crianza, socialización y personalización, donde se enseña y se aprende, como por ósmosis, qué significa amar. Esta primera formación afectiva constituye la base de un ser humano potencialmente dispuesto a ser persona de bien, y socialmente comprometida. La educación es un proceso que lleva consigo ayudar a crecer en todas las dimensiones de la vida humana (entendimiento, sentimientos y voluntad), y es en la familia, como primera célula educativa, donde esta acción se da. Es allí donde los niños y jóvenes experimentan los sentamientos originales del amor observando las manifestaciones vividas de modo natural y espontáneo por parte de los padres.
Las familias necesitan formación y acompañamiento especialmente en este ámbito. Los padres desarrollan en casa la educación de las emociones, de los sentimientos y del corazón de sus hijos. Esto se da de modo inconsciente, a través del propio estilo afectivo: de los esposos entre sí, en primer lugar, y de ambos, con los hijos. El modo en que los padres se manifiestan afecto y a las renuncias que son capaces de hacer por el bien de los otros, de sus propios hijos, son la mejor escuela afectiva para los hijos, son el ejemplo vívido de este amor.
Desde un horizonte preventivo también es necesario vivir el compromiso por el acompañamiento. La actitud inicial para desarrollarlo pasa por la visión positiva que se debe tener de la familia. La familia está viva aún y hay que lograr que esta se vuelva a posicionar como la clave de la vida con sentido. Vale la pena redescubrir la belleza de la familia para encontrar una respuesta positiva a las crisis y conflictos de hoy.
La ayuda y acompañamiento a las familias no es una necesidad sólo para los momentos de crisis, sino para todos los momentos de la convivencia familiar, y especialmente debe plantearse en los primeros años del ciclo vital de la familia, ayudando a identificar, comprender y dar sentido a las dificultades de la vida común. Este acompañamiento se enruta para adquirir hábitos y utilizar herramientas de comunicación y negociación que ayuden a armonizar la convivencia, principalmente, en aquella que se da entre los padres y de estos con los hijos y viceversa. Lo que no se comunica no se comparte. También está el respeto y la admiración mutua que ayudan al blindaje de los conflictos.
La convivencia familiar consiste en aprender a resolver conjuntamente y con éxito las dificultades, a respetar las diferencias inmodificables y a dedicar tiempos a la ternura porque el amor exige tiempo y dedicación.