El desafío de la salud mental
La realidad del sector educativo sigue siendo en estos días un tema muy recurrente en todas las esferas sociales de nuestro país. Se habla de desafíos y se constatan logros que debemos valorar y generar una mayor potenciación de los diversos frentes en los que estamos comprometidos como Instituciones de Educación Superior (IES). Si nos vamos a las estadísticas del sistema, nos percatamos que en Colombia ha habido -en los últimos 25 años- unos avances significativos en términos de acceso y cobertura, es decir, que la población estudiantil se ha aumentado y, por supuesto, también en los atributos de calidad y pertinencia educativa.
Aunque esta es una evidencia importante, es necesario seguir apostando por nuevas iniciativas, en la cual participemos el gobierno, las IES públicas y privadas y el ecosistema de empleabilidad desde los diversos sectores económicos del país para que podamos ampliar la oferta educativa, y así también la apuesta formativa profesional que permita involucrar a todos en el mundo laboral.
Todo el conjunto de iniciativas en pro de nuestros estudiantes y de una apuesta de desarrollo del país desde las competencias y habilidades requeridas no puede ser posible si no contamos con personas o proyectos de vida con una salud mental adecuada, es decir una salud mental donde exista una inteligencia emocional capaz de estar integrada a todas las demás inteligencias requeridas para un aprendizaje significativo y profundo. La pandemia y postpandemia han acelerado la visibilidad de los problemas de salud mental de la comunidad educativa. En consecuencia, todas las IES deberán reforzar sus mecanismos de apoyo y acompañamiento, no solamente a los estudiantes sino a los profesores y al personal administrativo.
Esto nos indica que los instrumentos a desarrollar no pueden ser coyunturales sino estructurales, y sostenibles en el tiempo e irse transformando con la experiencia y nuevos requerimientos. De la misma forma, no pueden centrarse solamente en el estudiante, sino a todos los miembros de la comunidad educativa y a sus familias, que son un eslabón fundamental de la cadena de bienestar y salud mental. Adicionalmente, los mejores mecanismos de apoyo y acompañamiento en salud mental, de manera preventiva como clínica, deben desarrollarse e implementarse con el soporte de expertos y centros especializados en salud mental, en alianza con estos actores, para que la atención sea oportuna, de calidad y realmente, genere un impacto positivo para la población afectada.
Es importante que las IES mantengan el trabajo en red con el fin de mantener y crecer en buenas prácticas inspiradoras alrededor de la salud mental y el bienestar de la comunidad académica, con el sello propio de cada uno, pero inspirado en los aciertos y desaciertos de todos, con la experiencia de muchas IES. Ante situaciones de vulnerabilidad emocional, crisis espirituales y humanas, se hace fundamental un programa de atención y formación espiritual integral, con apertura al trabajo interdisciplinar, que además de procesos de escucha activa a estudiantes y personas de la comunidad académica que presentan situaciones de crisis, realice procesos de apoyo grupal que haga frente a los factores de riesgo en cuanto a la salud mental, así como prevenir el ausentismo y la deserción de los estudiantes.
Recordemos que para algunas IES un punto en deserción equivale a $1.600 millones. Es fundamental hoy para las IES diseñar y construir herramientas predictivas con el objetivo de prevenir el ausentismo y la deserción, que conciban también los riesgos psicosociales. . La atención a los estudiantes hoy debe ser integral, no es suficiente el acompañamiento académico, sino que se requiere de muchas más acciones en esa cercanía a cada estudiante que amerita ser atendido como proyecto de vida, el cual demanda esmero, dedicación, acompañamiento, orientación y formación. De la misma forma que se mantuvieron y fortalecieron en pandemia los apoyos financieros, el acompañamiento presencial y virtual a la comunidad educativa en el ámbito psicosocial y académico se hace exigente fortalecer los protocolos institucionales para la atención de ideas suicidas, la depresión, la violencia y el consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas, optimizando los canales de atención especialmente los relacionados con la orientación psicosocial y los servicios de promoción y prevención en salud.