El voluntariado: acción solidaria
Hace unos días me invitaron a un encuentro nacional para dialogar en torno a la ética y ejercicio del voluntariado en la sociedad actual, y el punto de vista de las Instituciones de Educación Superior (IES). Esto me llevó a una reflexión, que parte de la ubicación de la ética del voluntariado desde la Doctrina Social de la Iglesia.
Retomamos así algunos de sus principios, el primero, la solidaridad. Esta se comprende como un sentimiento que va más allá de considerar los males de las personas, y más bien como una determinación de trabajar por “el bien común”; es decir, por el bien de todos y cada uno. Este principio plantea la solidaridad como el motor de la acción hacia el otro. Un segundo principio es el bien común, definido como las condiciones de bienestar integral que requieren las personas en cuanto forman parte de una comunidad, y que exigen el compromiso responsable de cada individuo en función del conjunto.
Comprende también una conciencia cívica y comportamientos políticos que encaminen los esfuerzos de todos a una convivencia justa, libre y equitativa. Finalmente, está un tercer principio, la subsidiaridad, referida a un sistema social estructurado desde la base, en el cual se reconocen las potencialidades y la autonomía de las personas, empezando por la familia y los grupos sociales, en donde las relaciones entre los miembros conforman una comunidad, la cual debe contar con un profundo respeto por el desarrollo de esas potencialidades y autonomías para la consecución de su propio progreso.
En este marco, el voluntariado debe partir de un análisis sobre la realidad de un mundo desigual y en constante transformación, así como de comprender las causas que explican las situaciones de pobreza y exclusión, y las complejas interrelaciones sociales, económicas, culturales y políticas existentes. Desde esta dimensión, el voluntariado ante todo promueve actitudes de compromiso dirigidas a la transformación de estas realidades a partir de acciones responsables, y que contribuyen al fortalecimiento de las capacidades de los individuos y de las comunidades, como parte de un ejercicio ciudadano. El voluntariado se convierte en una estrategia desde la cual se puede reconstruir una sociedad que tramita sus problemas y crisis de manera diferente, una práctica de acción solidaria, que trasciende lo individual, que comprende y comparte las dificultades del otro, para que, de manera colectiva, se encuentren soluciones, y superen circunstancias adversas.
El voluntariado, como acción solidaria, puede ser una de las mejores opciones para ejercer una ciudadanía activa. Desde esta perspectiva y, en el marco de la responsabilidad social universitaria, se articula como un espacio para que la comunidad académica y en general todos nuestros grupos de interés, sea cual fuere su condición social, educativa y generacional, agencien procesos de transformación social a partir de una ciudadanía comprometida, responsable, ética, participativa y solidaria.
El voluntariado también debe tocar a todas las IES socialmente responsables. Hoy más que nunca es necesario que, desde la educación, dinamicemos el ejercicio de una ciudadanía que no se queda únicamente en un simple cuestionamiento de las realidades sociales o en un intervencionismo asistencial, sino que, por el contrario, trasciende a un ejercicio de construir y hacer sostenible nuevas salidas, opciones, oportunidades, desde la paz y el diálogo. Estamos llamados a formar jóvenes ciudadanos que propongan y gestionen alternativas de trans- formación social; ciudadanos que se piensen colectivamente, que reconocen su realidad y la de otros, desde la empatía, el respeto, la solidaridad, el bien común y la subsidiaridad. En medio de esta crisis, todos necesitamos de todos.