Enseñanza y aprendizaje permanente
Es posible que de modo constante nos hagamos la pregunta en qué debe concentrarse la enseñanza y el aprendizaje superior. La respuesta es que uno de los principales motores de la expansión de la enseñanza superior es la necesidad de formar en habilidades y competencias fundamentales de conocimiento y de valores humanos de sentido para la vida, de tal modo que exista coherencia con lo que muchos empresarios exigen a las Instituciones de Educación Superior (IES) para que estas se centren más en la preparación de los graduados para el mercado laboral.
Para algunos, esto significa desplazar los recursos de la investigación básica y las artes liberales hacia la ciencia, la tecnología y otras habilidades prácticas requeridas por los sectores de la economía actual. Para otros, se trata más bien de cultivar una cultura de aprendizaje permanente.
Nos surge, entonces, la pregunta ¿cómo podemos promover una cultura de aprendizaje permanente? El enfoque de la mayoría de los sistemas educativos nacionales sigue asumiendo una dicotomía entre la educación técnica y la universitaria, con un fuerte sesgo hacia esta última.
La realidad, sin embargo, es que la educación ya no es un camino lineal, y los estudiantes cruzan cada vez más a las escuelas técnicas para adquirir las habilidades que no adquirieron en la universidad (y viceversa). Además, las IES desempeñan un papel cada vez más importante en “reskilling y upskilling” de los trabajadores en todos los momentos de su vida profesional.
Los sistemas de enseñanza superior deben propiciar una cultura y una práctica de aprendizaje permanente. Los sistemas educativos tienen que proporcionar a los estudiantes competencias relevantes para el mercado laboral, pero, al mismo tiempo, es importante que los países y las universidades no se centren en la empleabilidad como único indicador de éxito de la educación superior.
La formación en habilidades y la micro-credencialización pueden ser capaces de apoyar nuevas formas auténticas de pedagogía que ayuden a desarrollar ciudadanos más activos, aprendices de por vida, y graduados innovadores listos para trabajar o ascender. Creemos en nuevos enfoques como los Sprints, los Hackathons, Bootcamps y el Aprendizaje Basado en Retos (CBL) y cómo pueden diseñarse intencionadamente para aprovechar las posibilidades pedagógicas de las nuevas tecnologías digitales.
De igual manera, formar en contenidos que respondan a los retos sociales y medioambientales hará mucho más éxito del proceso de aprendizaje del estudiante. Al igual que las competencias blandas, hay que incluir otra dimensión importante en los cursos de formación actuales: la dimensión medioambiental. El reto medioambiental afecta aún más a los estudiantes, ya que serán ellos los que evolucionen en un mundo en el que los límites planetarios serán una realidad cotidiana.
¿Cómo hacer para que los estudiantes desarrollen una conciencia y una reflexión sobre las cuestiones que conformarán su futuro personal y profesional? ¿Cómo ayudarlos a una inteligencia sensible a estas perspectivas ambientales, una inteligencia capacitada para orientar o reorientar las actividades de las empresas pero también de la sociedad? Es necesario que la enseñanza superior integre estos temas en sus currículos y actividades cotidianas. El reto medioambiental debe traducirse en conocimientos, enseñanza y habilidades.
En este contexto, el campus seguirá siendo el corazón de la educación universitaria. Una cantidad significativa de aprendizaje tiene lugar través de formatos experienciales, que requieren la participación activa en una comunidad de vida y aprendizaje.
Creemos también en la expansión de lo 100% virtual, y que sigue habiendo espacio para todas las modalidades, capturando así el mejor de los dos mundos. Integrar las plataformas digitales de atención al estudiante en la experiencia física de forma estratégica y ubicua podría ayudar a las IES a fomentar el éxito de los estudiantes y a aumentar el acceso a la institución.