Hoy en día, las dinámicas de gestión de las Instituciones de Educación Superior (IES) se han complejizado; esto debido a los diversos cambios que el sector de la educación superior vive, gracias a las transformaciones del mundo del trabajo y los requerimientos del talento humano, por ejemplo, al desarrollo de habilidades y competencias asociadas a las realidades digital, social y económica, y a la interculturalidad culturales.

Las IES se constituyen así en organizaciones complejas atravesadas por variadas estructuras que —matricial o jerárquicamente— se entrecruzan haciendo de la gobernanza de estas un aspecto a trabajar en detalle, de forma tal que la toma de decisiones sea oportuna, ágil y flexible, y siempre orientada a la apuesta estratégica trazada. El cambio en la manera de gestionar a las organizaciones valiéndose de la eficacia, eficiencia y productividad también toca a las IES, las cuales han sido —por mucho tiempo— instituciones con mayor parsimonia que otras en diferentes sectores a la hora de transformarse.

El modo colaborativo, participativo o “sinodal”, como dirían algunos, en la manera cómo se gestionan las organizaciones en cualquier sector económico, permite que las decisiones a las que se ve avocada la autoridad o los líderes sean mucho más colegiadas y cercanas buscando respuestas ante los riesgos y las oportunidades.

Efectivamente, tener una disciplina, una cadencia en el tiempo para organizar los encuentros de los equipos liderados por el responsable de la unidad respectiva, habilita la evaluación progresiva de los resultados esperados en los objetivos estratégicos, pero también de los aspectos constitutivos o fundantes la educación superior, del desarrollo mismo de las funciones de docencia, investigación y proyección social, de su calidad, pertinencia e internacionalización, de la gestión transversal del talento humano, de los procesos y procedimientos, de la gestión integral de los riesgos, de la infraestructura física, de la transformación digital, y de un largo etcétera. De este trabajo participativo y en comunión con todos los miembros de la institución, algunos estratégicos y otros tácticos, dependerá la asertividad en la toma de decisiones que permitan la consecución de los propósitos misionales y a largo plazo.

A mi parecer, lo más significativo de este trabajo dialógico de líderes está en la posibilidad de lograr una valoración de todos los aportes por muy diversos que sean, y se llegue a consensos para decidir y ejecutar acciones atinadas, gestionando los riesgos a favor del fortalecimiento del servicio educativo y de su impacto en la sociedad. El consenso ayuda a que las decisiones sean aceptadas sin mayor resistencia, y esto se traducirá en una eficaz alineación estratégica y operativa. Para lograr esos consensos, es fundamental el logro de una comunicación asertiva y clara que contribuya a discernir entre decisiones enriquecidas por visiones y experiencias de los equipos de trabajo. Cuando todos los miembros del equipo alcanzan esos acuerdos se da una alineación inmediata que facilita que las orientaciones se transfieran a toda la comunidad académica y administrativa de la institución.

Para que esta gestión sea eficaz también es necesario una sólida capacidad normativa de las IES en su dimensión académica. Esta es, quizá, la más importante de todas, la que se requiere para cumplir con un servicio educativo de calidad dado que, en su seno, se definen estratégicamente las políticas, los lineamientos, procesos, criterios y sistemas que sostienen el andamiaje integral y armónico de la educación superior en la institución. Así entonces, los cuerpos colegiados de la IES en general son clave para la gestión, pero de manera particular, el comité o consejo académico, el cual se convierte en el escenario de responsabilidad compartida sobre la calidad de la enseñanza, el aprendizaje, los asuntos estudiantiles, la investigación y la proyección social y extensión.