La educación a lo largo de la vida
En un artículo publicado la semana pasada en un periódico regional de Colombia se hablaba de “universidades en busca de estudiantes”, el cual denotaba lo que hoy las distintas Instituciones de Educación Superior (IES) viven, un decrecimiento en la matrícula de estudiantes. Este es un descenso que preocupa, dada la importancia que tiene la generación de conocimiento para un país que busca que su talento esté lo suficientemente preparado para aportar a los sectores productivos, y a los índices de desarrollo humano sostenible. Este es un desafío que enfrentan las IES con cierta creatividad, para propiciar una transformación cultural o un nuevo paradigma en la prestación de sus servicios educativos, haciendo que estas sean escenarios mucho más flexibles con respecto al aprendizaje a lo largo de la vida, a ese aprendizaje posterior (la recualificación) que exige el mundo del trabajo y la sociedad en general. Este es el reto, y por supuesto, la oportunidad de las IES contemporáneas.
Hace más de cuatro décadas desde la publicación del primer y significativo informe de la Unesco sobre el aprendizaje a lo largo de toda la vida (Aprender a ser, también conocido como Informe Faure, 1972) y más de dos, del transcendente y todavía hoy imprescindible referencia, el Informe Delors (La educación encierra un tesoro, 1996), el tema sigue vigente, y constituye el eje central de las políticas educativas mundiales. A través del aprendizaje a lo largo de la vida se pretende abordar los problemas del contexto de la realidad de la educación y responder a los desafíos vinculados al desarrollo sostenible, al mundo del trabajo, a la revolución digital y a un mundo globalizado, que ha sido afectado considerablemente por los impactos de la pandemia. En este sentido, el aprendizaje a lo largo de la vida sigue siendo hoy, después de su reconocimiento internacional y apoyo institucional, un tema de plena actualidad en todos los niveles educativos (desde la educación inicial hasta la superior), y el impulsor de varias disrupciones de la educación misma, con nuevos formatos y actores.
El mundo de hoy se configura de un modo más dinámico y complejo, menos lineal, exigiendo un aprendizaje permanente debido a la naturaleza cambiante del trabajo (es decir, “revolución digital” y en el hogar), el empleo (incertidumbre) y las estructuras familiares (más hogares unipersonales y familias “remiendo”), que sugieren la necesidad de una nueva visión de las etapas de la vida. Surgen así, las posibilidades de cursar una segunda carrera profesional, o hasta aquellos que desean y optan por una maestría o un doctorado. Estas alternativas demandan interdisciplinariedad, y el aprovechamiento de la experiencia y los recursos de las IES para investigar, comprender y atender los intereses de las personas con mayor alcance, integralidad y visión.
La capacidad de aprender es una de las cualidades más destacadas del ser humano. El aprendizaje a lo largo de nuestra vida es constante y va más allá del ámbito formal de la educación. Este debe ser universal y permanente, y contempla cuatro aspectos importantes: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir y aprender a ser. La educación a lo largo de la vida se puede desarrollar mediante una oferta de programas flexibles, con trayectorias de aprendizaje y cadenas de formación definidas, y con reconocimiento de experiencias y saberes previos. Así se estructura esta oferta, bajo nuevos paradigmas y una interrelación constante con el contexto, haciéndola oportuna y pertinente, para luego integrarse, y construir una propuesta completa que conduce (o no), a la titulación respectiva, pero que provee competencias y habilidades requeridas para la recualificación e inserción laboral. ¡Allí están los estudiantes!, ¡allí está la oportunidad de las IES!, manos a la obra.