Uno de los compromisos que tienen las Instituciones de Educación Superior (IES) en todos los programas alineado con sus planes de estudio es que sus estudiantes se relacionen, a distintos niveles, con la realidad económica y social del país, en una dimensión local-global, con el fin de interactuar con ella, dinamizarla y contribuir así a la transformación social, con criterios éticos y responsables.

El modelo educativo de las IES, en general de Colombia, debería promover la práctica en responsabilidad social y profesional como validación de la teoría, partiendo de la convicción institucional de que todo profesional, cualquiera que sea su disciplina, debe ser un promotor de los cambios sociales. Además de la práctica profesional, no quedaría para nada mal una propuesta para desarrollar la práctica social obligatoria como parte del proceso formativo, partiendo de diferentes enfoques pedagógicos en su trasegar: desde el aprendizaje-servicio, en el que se buscaba trascender el espacio de aula y relacionar de manera vivencial a estudiantes y docentes con las problemáticas de las comunidades para fortalecer su capacidad autogestionaría y superar así factores favorecedores de pobreza, hasta llegar a acciones más intencionadas que permiten pasar de la sensibilización de los estudiantes frente a las realidades sociales a una mayor concientización y ejecución de acciones que aporten verdaderamente en el mediano y largo plazo a la transformación social en las comunidades y los territorios.

La modernización de los modelos educativos actuales exige experiencias transformadoras e innovaciones al servicio del aprendizaje; programas concretos de inmersión social que tengan como propósito la creación de espacios que permitan el aprendizaje experiencial y el servicio directo de los estudiantes de todas las carreras, es una manera de fomentar la empatía social y que no se quede simplemente en un nivel de sensibilización sino de verdadera apropiación y acción frente al entorno, transformar la vida no solamente de las comunidades y los territorios beneficiarios sino también de los estudiantes y la comunidad académica en general que participan en estos espacios de apoyo y contribución a soluciones como auténticos actores de cambio social y líderes de sus propios procesos de aprendizaje.

La disposición de una política de la función sustantiva de la extensión, donde uno de los fundamentos que la guíen sea la responsabilidad social deberá ser una postura ética que atraviese cada una de las funciones sustantivas y esté dirigida a la transformación de las estructuras de injusticia y desigualdad teniendo una clara vocación por la justicia social, la dignidad humana, y, por ende, el desarrollo humano sostenible propuesto en la Doctrina Social de la Iglesia (DSI).

Esto implica poner la docencia, la investigación y la proyección social al servicio de estos objetivos. Estos propósitos de lograr la transformación de estructuras de injusticia y desigualdad social y la aplicación de principios como el espíritu de servicio, la promoción del derecho a la educación a través de estrategias de amplia cobertura, fácil acceso y permanencia, la búsqueda del desarrollo sostenible a nivel económico, social y ambiental, y la formación de ciudadanos socialmente responsables a través de la práctica, hacen a las Institución de Educación Superior (IES) responsables y motivadoras de un cambio de paradigma mucho más incluyente y equitativo basado en la ética. El respeto por el ambiente es otro de los imperativos éticos que está llamado a direccionar el quehacer de las IES, en procura, no sólo del cuidado y la preservación del entorno ambiental, sino también de la generación de sujetos conscientes del impacto del ser humano sobre el medio natural y la vida en él. Esta comprensión ética de la responsabilidad social será muy importante para la comunidad educativa que debe ver permeada las funciones sustantivas y la gestión educativa por un compromiso por el impacto social cada vez más definido.