Analistas 02/03/2024

Más allá de las calificaciones

P. Harold Castilla Devoz
Rector General de Uniminuto

Según el boletín No. 003 del 2022 del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (Snies) en Colombia los estudiantes que se encuentran matriculados en el sistema educativo superior llegan a ser de 54,9% (tasa de cobertura bruta). Es decir que jóvenes entre los 17 y 21 años se encuentran efectivamente cursando un programa académico del nivel pregrado, quedando por fuera un poco más de 1,8 millones que aún por diversas razones no logran ingresar a una Institución de Educación Superior (IES).

Estas cifras que pueden sonar un poco frías, son las que tienen que impulsar la construcción y ejecución de políticas públicas del Estado colombiano y a las IES también para que se ejecuten programas que hagan posible que nadie se quede por fuera del sistema, y que las tasas de cobertura bruta y de tránsito de la educación media a la superior sean aún mayor.

En este mismo orden de atributos de la educación superior, además del acceso y la cobertura, está la calidad. El sistema de evaluación de la calidad en la educación superior ha emergido como un faro guía, delineando estándares y criterios para medir el desempeño de los individuos, programas e instituciones.

De acuerdo con la consulta realizada recientemente en el Snies, existen 94 IES con acreditación institucional en alta calidad, y Uniminuto se suma a este grupo, a través de su Sede Principal-Bogotá. Sin embargo, en esta travesía hacia la mejora continua, es crucial comprender que el acceso, la cobertura y la calidad educativa van más allá de simples calificaciones y estadísticas.

Como afirmó alguna vez el escritor Gabriel García Márquez, “la educación no es preparación para la vida; la educación es la vida en sí misma”, es fundamental que todos trabajemos para alcanzar un sistema educativo donde la calidad se traduzca en oportunidades transformadoras

Debemos mirar más allá de los números, con una óptica más holística

para los estudiantes y la sociedad en su conjunto. La calidad en la educación superior no puede ser reducida a una métrica unidimensional. Si bien es cierto que los indicadores objetivos como la tasa de graduación, la empleabilidad de los egresados, la formación de los maestros, el impacto social de las propuestas educativas, la transferencia de conocimiento de las dinámicas investigativas de la comunidad académica, la inversión en investigación y los ambientes físicos y tecnológicos innovadores, entre otros, son oportunidad de evaluación para obtener un juicio de valor de alta calidad, el verdadero sentido de la calidad educativa reside en la experiencia transformadora que ofrece a los estudiantes, en particular, y a la comunidad académica, en general.

El impacto de la calidad educativa se manifiesta en el desarrollo integral de los estudiantes. En efecto, una educación de calidad no solo proporciona conocimientos técnicos, sino que también cultiva habilidades blandas como el pensamiento crítico, el trabajo en equipo, la resolución de problemas y la comunicación efectiva. Estas competencias son esenciales para enfrentar los desafíos del mundo real y adaptarse a un entorno laboral y de emprendimiento en constante evolución. También, la calidad impulsa la innovación y el progreso. Una educación superior de excelencia fortalece los lazos entre la academia y la sociedad, promoviendo la responsabilidad social y el compromiso ciudadano.

Los estudiantes y los académicos capacitados en valores éticos y ciudadanos globales se convierten en agentes de cambio, abogando por la justicia social, la sostenibilidad ambiental y el respeto a la diversidad en el contexto colombiano. Por lo tanto, para evaluar verdaderamente la calidad en la educación superior en Colombia, debemos mirar más allá de los números, con una óptica más holística.

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